Denunciar relato
Sus dedos índice y pulgar, los de la mano derecha, jugaban con los agudos, medios y graves de aquella mesa de mezclas, y por mucho que el sudor de su frente acompañara los nervios del incipiente comienzo de la prueba de sonido, no lograba hacer mínimamente soportable al oído humano aquella voz chirriante y lacerante.
Por muy buen técnico de sonido que fuera no podría conseguir que el resto de los humanos del planeta entendiera ni una palabra del primer discurso del invasor.
Ni con un número infinito de ecualizadores podría hacerse entendible la sentencia de muerte de aquel megalómano personaje hacia toda la especie humana.
(Dedicado a mis compañeros de profesión)
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