Un día más, he conseguido engañar a la auxiliar que me trae la medicación. Estoy harta de tanta pastilla, podría hacerte el collar más bonito del mundo con ellas, las tengo verdes, rojas, amarillas, blancas. Las azules, las guardo para el gemelo cojo, que siempre escupe en la cara de la ninfómana, que baila desnuda sobre el piano del ciego.
Matías ha tenido otra de sus estúpidas crisis con el agua. Pedro le ha lanzado por el aire su vaso de agua, después de que este se comiera sus patas fritas. Matías nunca sale a la calle por miedo a la lluvia. Contempla el paisaje desde su ventana, mientras colorea su visión sobre un lienzo blanco.
Yo no sé qué coño hago aquí, tres intentos de suicidio no es nada comparado con lo que me rodea. La primera vez que ingresé, Matías permanecía escondido tras una cortina. Mis ropas se veían llenas de sangre, el médico salió al pasillo hablando largo y tendido con mis padres. Desde mi cama se oía el llanto de mi pobre madre. Me duele hacerla sufrir, yo no merezco sus lágrimas, jamás debí nacer, ojalá pudiera ser la hija que tanto esperaba.
Matías salió de su escondite, se acercó de puntillas a la puerta y allí se quedó escuchando la conversación de mi vida, me enojé de tal manera, que grité con todas mis fuerzas, el se acercó de repente y calló mis gritos con un cálido beso. Nadie me había besado así, ni siquiera la persona que amé tanto, tanto, que hasta la vida me intenté quitar.
Como vivir, después de haber entregado todo tu corazón y devolvértelo hecho añicos, como callar la rabia, cuando tu mente solo proyecta a las dos personas que más quieres revolcándose en tu cama, como frenar la ira, la sed de venganza, el odio.
El doctor Andreu ya se ha dado cuenta, en voz baja habla con dos auxiliares. Matías intentó soltar uno de mis brazos, fue ahí cuando descubrí su temor al agua, agarré con furia el vaso que estaba sobre mi mesilla y se lo lancé a la cara, al mismo tiempo que le insultaba y le tiraba de los pelos por idiota. ¿Cómo se atrevió a besarme? Sentí lastima al verle caer al suelo, gritaba como si su vida se acabara. Por primera vez en mucho tiempo el sentimiento de angustia, pena, lastima, preocupación florecía en mi interior.
Hoy, hace un año de mi último ingreso. Todas las mañanas, contemplo el amanecer desde unos de los lienzos de Matías. Me repatea ver a Ingrid revoloteando a su al redor, posando para él como la Dama desnuda. Fricciona sus pechos siliconados contra el cuerpo de Matías y le ofrece todo un espectáculo de juegos eróticos. El gemelo cojo la persigue babeando y mostrándole sus bajos fondos.
Matías y yo sonreímos, continuamos viendo el amanecer en su lienzo, mientras fuera sigue lloviendo, por momentos, a Matías se le desvía la mirada, hacia el cristal que le separa de su enemigo. Yo acaricio su mano suavemente y le beso en la mejilla.
Un día, descubriremos un nuevo amanecer, donde yo no tema reír y Matías no tema llorar.
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