El trágico final de Samuel (parte 5 de 6)

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Jaime y Erika llegaron al banco, uno seguido del otro, y estuvieron un rato hablando con
Carlos después de saludarlo, pero el tema principal ya sabían todos cual era.
Finalmente decidieron ir al campo de fútbol y, con la moto aún apagada, marcharon
para allá.
Una vez allí, Carlos comentó que aún no la había estrenado, ya que sus padres le habían
dado la sorpresa del regalo un día antes de ir para el pueblo, con lo que la tendría que
estrenar allí. Pero él sabía muy bien cómo manejarla, ya que, por lo visto, un primo
suyo tenía una igual, y se la había dejado muchas veces, así que estaba bastante
acostumbrado.
Con un movimiento rápido presionó con el pie la palanca que activa el motor. Tuvo que
hacerlo un par de veces, ya que parecía que el vehículo se resistía a cobrar vida, pero al
final arrancó. En cuanto Carlos supo con certeza que la moto estaba arrancada, de un
brinco se montó encima y salió escopetado a toda la velocidad de la que la moto era
capaz, dejando tras de sí un surco de polvo que envolvió a sus tres amigos que miraban
estupefactos, y se vieron obligados a toser.
Cuando Carlos estuvo cansado de dar vueltas por el campo, decidió dejarle la moto a
sus amigos un rato a cada uno, para cumplir con ellos, y luego ya sería suya para
siempre jamás.
Jaime siempre había tenido más empuje que Samuel y también había cogido una vez
una moto que le prestaron, así que sabía más o menos como conducirla. Cuando Carlos
se acercó a ellos, antes de preguntarles a quién le gustaría cogerla, Jaime se adjudicó el
turno por propia iniciativa, y se montó en la moto quitando a Carlos prácticamente de
un empujón.
A Carlos eso no le pareció bien, pero accedió a quitarse de en medio, dado que Jaime no
le había dejado mucha opción.
Jaime no tenía tanta experiencia como Carlos, así que empezó despacito, pero en cuanto
cogió confianza, conducía incluso más rápido que el propio Carlos.
Erika no lo veía nada claro, ya que ella no sabía conducir. Le costaba incluso la
conducción de la bici que tenía en el garaje de su casa. Así que decidió no montar,
comentándoselo a Samuel, que era el que tenía al lado. Los dos estaban sentados en la
tierra, cerca de la verja circundante que rodeaba el campo. Carlos estaba de pie, un poco
más alejado de ellos, mirando como conducía Jaime.
Samuel sabía que era el siguiente. Él tampoco había conducido nunca una moto, pero
tenía ganas de hacerlo. Tenía miedo, pero no quería que sus amigos supieran que era un
miedica. Además, no quería dejar pasar la oportunidad de conducir aquella moto que
tanto le gustaba.
Jaime estuvo bastante tiempo montando. Tal vez no quería dejarlo, pero comprendió
que sus amigos también tenían derecho a hacerlo, así que se dirigió al extremo del
campo en el que se encontraban.
Samuel se había fijado en como la conducían, y no quiso decir a Carlos que él nunca
había montado en moto, porque quizás, si se enteraba de eso cambiaría de opinión y no
se la dejaría, por miedo a que se callera y la moto se rompiera en mil pedazos y no
pudiera usarla más en todo el verano. Al menos eso era lo que él pensaba. Así que,
cuando Jaime volvió, le dijo que le pasara el manillar, y cogió con fuerza aquel


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