La tarde de mi novia (Parte I).

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Un vez estuve con una mujer que mantuvo una tarde de sexo con otro hombre.

Era 2003. Desde hacía tres años salía con X, una chica alta, de casi 1.80, de suave piel pelirroja y pelo cortado a lo garçon que conocí en un taller literario organizado en la universidad. Yo tenía entonces 20 años y ella 21. Pizpireta, desenvuelta, culta y con una larga carrera sentimental, X era una chica perfecta para ese momento de mi vida. Desde el pimer momento encajamos personalmente, intelectualmente y, claro, también sexualmente. A esa edad el sexo es toda la vida. A X le gustaba y convertimos los coches y los pisos vacíos de nuestras familias en lugares donde desfogarnos. Fueron unos años deliciosos.

Era el año 2003, decíamos, X y yo llevábamos tres años de relación, y el balance era bueno, a pesar de su tendencia a discutir y sacar una beta de mal genio. Yo por entonces era bastante celoso y me atormentaban las relaciones pasadas de mi novia, aunque ella me era muy fiel y se portaba como una novia formal. Éramos una buena pareja hasta el día en que X conoció a un hombre a través de un foro literario online.

De vez en cuando publicaba relatos y hacía comentarios de libros en un foro literario de Internet. Allí solía interactuar con una persona que se hacía llamar Orlando. Orlando era culto, resuelto y a base de confianza acabó contándole a X que vivía en la misma ciudad donde estudiábamos. Un día le propuso quedar para conocerse e intercambiar unos libros. A mí me pareció bien, también solía departir con él y me interesaba conocer gente de ese estatus.

Un día quedamos los tres y el encuentro fue bien. Hablamos de cine, de escritores y de novelas clásicas. Pasadas unas horas nos despedimos tan amigos. Una semana más tarde X me dijo que había quedado con Orlando y, como yo no podía ir por las clases, le dije que fuera sola. Ese fue el inicio de una serie de citas en solitario en los bares de ellos dos. Al conocerle más a fondo creo que X se fue prendando de esa persona interesante, de amena conversación y muy metido en el mundillo literario. A mí no me molestaba demasiado este comportamiento. Curiosamente mis acusados celos no se despertaron demasiado.

Una mañana apareció por la universidad bien arreglada y me contó sin darle importancia que iba a pasar por casa de Orlando a ver su biblioteca y coger unos libros. Entonces sospeché que X podía haberse enamorado de Orlando, pero desde luego no imaginaba que esa misma tarde tendría una intensa sesión de sexo con ese hombre, algo cuyos detalles solo supe después. Su primera y única infidelidad.

Supongo que le apetecía probar algo distinto, mantener un encuentro fugaz, volver a sentir los chispazos del inicio del deseo. Me confesó que no lo había planificado, aunque días antes de ese encuentro se había masturbado de noche pensando en él y llegaría a contarme que cuando aquel día se puso su ropa interior rematada con una flor y los mejores pantalones color crema que tenía y se maquilló deseó de repente que él se lo quitara todo.

X llegó a la dirección, tocó a la puerta y Orlando la abrió vestido de calle. Se dieron dos besos en las mejillas y la invitó a pasar. Tomaron café en la cocina y luego mi novia recorrió las estanterías cogiendo y admirando ejemplares. Fue en ese momento, con él detrás diciéndole títulos, cuando se acercó a él, se pegó a su cuerpo, se volvió y lo miró intensamente. Después, sin decirse nada, se dieron un beso pequeño y tímido en los labios y luego ya otro beso más hondo e intenso. Fue en ese momento cuando ella se entregó y las manos de Orlando empezaron a recorrer el cuerpo de la que era mi novia. Tomó sus caderas, bajó las manos por su culo y después le sobó los pechos y finalmente la entrepierna.

A partir de ahí todo fue rápido. Se rieron un poco por la situación (a pesar de todo ella era tímida) y entrecogidos se arrumbaron en el sofá donde Orlando empezó a desnudar a mi novia para verle su cuerpo terso y bien proporcionado de ex bailarina de ballet. Le quitó la camisa plisada de discretas flores y le desabrochó el botón del pantalón bajando a continuación la cremallera de la bragueta. Ella, por su parte, metió la mano bajo su camiseta, tocó su pecho y bajó luego discretamente para rozar el pene empalmado bajo la ropa que deseaba descubrir y sentir fuerte y duro muy pronto.

Con el sujetador nuevo al aire, Orlando no tuvo sino que levantar las copas para que los dos pechos rellenos y turgentes de X de pezones sonrosados y discretos que yo tanto conocía y deseaba quedaran a su vista, lo que detonó su libido por los aires. Los miró, tocó los pezones y luego los succionó durante mucho tiempo, casi un cuarto de hora, como un bebé gigante, disfrutando de un placer que yo había sentido muchas veces y tendría aún más. Ella también le quitó la camisa.

(Continuará)


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