Ella vino a mí, me abrazo y acostó su cabeza sobre mi pecho. Estaba feliz de verme. De hecho, era un suerte que nos hallamos podido volver a ver.
- ¿Qué tal? ¿Cómo pasaste la noche? parecías preocupada pero aun así no borrabas de tu rostro esa sonrisa tan alegre.
- Bien. Te extrañe mucho la abrace aún más fuerte y deposite un beso sobre tu cabeza.
Ella se aconcojo, se arrimó más a mí. La noche anterior parecía que marcaba el final. Debía viajar, y no sabía cuándo volvería. Pero no, escape de casa para evitarlo, no quería separarme de ella.
- Promete que nunca te iras, no sé qué haría sin ti tus ojos estaban un poco llorosos.
- ¡Lo prometo! Siempre estaré aquí, a tu lado.
Me besaste, te despediste de mí para entrar a clases. Diste media vuelta, y te fuiste. Yo hice lo mismo. Di unos pasos, y entonces escuche que alguien me llamaba Eras tú.
Viniste corriendo hacia mí con los brazos abiertos. De un salto me abrazaste, y con tus piernas te aferraste a mi cintura. Me volviste a besar, y me dijiste un Te Quiero al oído. No fue necesario decir más, pues en ese momento las palabras no eran necesarias.
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