Era una habitación de paredes blancas. Tenía algún cuadro colgado y algún mueble impersonal, pero nada más. En el centro había un diván y a su lado un sillón. En el sillón un hombre de mediana edad, barba gris y escaso pelo anotaba cosas en un cuadernillo.
En ese momento se abrió la única puerta que había en la habitación. En el umbral apareció una persona menuda.
-¿Se puede? pregunto.
-Claro, pase. Le estaba esperando.
El recién llegado, sin decir nada más, entró en la habitación y se acomodó en el diván. Miro con cierto nerviosismo al hombre de la barba, el cual estaba abriendo una carpeta roja.
-Veamos..- empezó a decir al hombrecillo del diván.- Viene usted derivado del doctor Morales ¿verdad?
-Así es.
-Bien. Su nombre es Tomas Valero. Tiene 55 años. No está casado. Vive sólo. Su profesión es.. oh, vaya. Trabaja desde casa. y a continuación anotó algo en el cuadernillo.
-¿Por dónde iba? Ah sí, trabaja usted como ingeniero de software.
El hombre de la barba se ajustó las gafas y miro fijamente a su paciente:
-Voy a hacerle una pregunta directa.
-De acuerdo.
-¿Por qué cree usted que está aquí?
El hombrecillo del diván puso cara extrañada y dijo:
-Bueno. En teoría porque tengo un problema ¿no?. Un problema mental digamos..
-Pero en el fondo, usted piensa que no es así..
-Tanto como un problema, yo creo que están exagerando.. dijo esto último el paciente casi en un susurro de inseguridad.
- Ya veo. ¿Quién le ha obligado a venir?
El pequeño personaje se puso un poco rojo. Calló un momento. Después gruño, como luchando interiormente consigo mismo, y finalmente dijo:
-Mi madre.
El doctor cruzo las piernas e hizo algunas anotaciones en el cuadernillo. Las pupilas del paciente seguían nerviosas el movimiento de la pluma sobre el papel.
-¿Le han hablado alguna vez o conoce algo sobre la robofilia?
-Si claro. Creo que sé lo que es.
Ignorando la respuesta el doctor continuo:
-La robofilia es una patología severa en nuestros días. Podríamos definirla como un amor obsesivo por las inteligencias artificiales. Y según leo en su informe, en su caso concreto, por los androides. ¿Cómo se llama?
-¿Quién?
-Su robot, el robot que tiene en casa.
-Es un tardis 725-a.
El doctor rio alegremente
-No, ¡me refiero a que nombre le ha puesto!
Con cierta vergüenza, el paciente añadió:
-Boris.
-Ya veo.
Hubo un silencio momentáneo. El doctor pensativo miraba al paciente.
-Hum.. Empezó a decir Sé que la siguiente pregunta le puede resultar sorprendente porque tal vez no se haya parado a reflexionar sobre ello. ¿Cuándo fue la última vez que hablo con un humano? Es decir, tal y como usted y yo estamos hablando. En la misma habitación etc.
El hombrecillo se rasco la cabeza y dudo un instante. Finalmente con aire triunfal dijo:
-Hable con mi madre, hace un par de días.
-Ya, pero por teléfono ¿no? .De hecho, según el informe, aquí dice que nunca llama a su madre. Ni a ninguna otra persona. En realidad, casi no sale de casa. Dígame, ¿Cómo definiría a Boris?
-¿Boris? Boris es un robot.
-No me ha entendido. Me refiero a su personalidad.
Una sonrisa inconsciente se dibujó en la cara del paciente:
-Le definiría como un robot bueno. No sé si me entiende. Siempre está ahí cuando lo necesito.
-Bueno, ese modelo en concreto es un robot de compañía. Su misión es asistirle en todo momento.
-No me refería a eso. Es muy servicial, efectivamente. Pero hay algo mas añadió enfáticamente el enfermo- No sé cómo explicarlo. Sé que es un robot. Pero también es una buena persona o lo que sea. Se preocupa realmente por mí. Siempre me anima cuando estoy decaído. Sus conversaciones son muy estimulantes y divertidas. Lo pasamos genial. Además, sabe dar consejos como nadie.
Los ojos del paciente brillaban mientras hablaba:
-A parte de eso hay algo más. No sé cómo decirlo. Me gusta su forma de ser. Tiene cierto carisma.
El doctor hizo unas cuantas anotaciones más. Esta vez su cara reflejaba preocupación.
-Entiendo.. Según leo en el informe del doctor Morales, tiene usted serios problemas para seguir una rutina. Quiero decir , prácticamente nunca se asea. Come muy mal y a cualquier hora. Nunca sale a la calle por supuesto. Y en ocasiones muestra signos de impaciencia o irritabilidad hacia otras personas. ¿A qué cree que esto es debido?
-No lo sé. Pero creo que es un poco exagerado ¿no? replico el otro con inseguridad.
-¿Usted cree? Veamos. ¿Es consciente de que un androide nunca tiene que ducharse o comer? ¿Ve a lo que me refiero? Imita inconscientemente el modo de vida de un robot. Olvida que tiene que comer a unas horas establecidas o ducharse una vez al día. Se amolda a la rutina de su androide primero por comodidad y segundo por seguridad.
-¿Seguridad?
-Efectivamente. Un robot está programado para crear un entorno seguro para su dueño. El robot aprende cómo funciona la mente del mismo y diseña sus respuestas para crear un refuerzo positivo. ¿Es solo una ilusión no lo ve? Nada es improvisado en una mente artificial. Todo está programado de antemano.
-Pero - protesto el hombrecillo cada vez más alterado sus respuestas son todo menos automáticas. Las conversaciones cada día son distintas y nuevas. Quiero decir, no sé si me entiende, pero pienso que hay algo vivo, algo que surgió espontáneamente y que no estaba en los planes de los ingenieros que crearon a Boris.
-Le aseguro que no hay nada que sea espontaneo Tomas. Usted vuelca su humanidad sobre el robot. Hacemos lo mismo con los animales de compañía. Les conferimos inconscientemente características humanas. Usted evita el contacto humano porque tiene miedo de lo que pueda surgir mal en una interacción. Hay miles de variables que usted no puede controlar en una conversación con un humano. Una palabra más alta que otra. Un gesto desagradable. La posibilidad de vivir eso le aterra profundamente. En el extremo opuesto esta su robot, hacia el que ha desarrollado esta patología.
- No sé.. respondio dubitativo el paciente.
- De momento dejaremos aquí la primera sesión. Cuando charle con Boris esta tarde reflexione sobre lo que hemos hablado hoy aquí. Pregúntele a su robot que opina.
- De acuerdo, eso haré
Hubo un estrechamiento de manos y el paciente salió por la puerta. No volvió nunca más.
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