MIS SIETE MUÑECOS.

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Esta es una historia real, un sueño, de un viejo artesano, que no solo escribe. También con mis inquietas manos construyo cosas. Intentando rescatar un arte, perdido en mi país. (LA VENTRILOQUIA) 

   MIS SIETE MUÑECOS

Tal cual si yo fuese el viejo Gepeto,

intenté un día, crear un muñeco,

sin ser carpintero, sin ser alfarero, 

mis manos inquietas, la obra emprendieron. 

 

Era mi deseo rescatar un arte,

la ventriloquia, perdida en el tiempo,

de épocas lejanas de titiriteros,

despertando risas de niños y abuelos.

 

Terminé el muñeco, ¡pero, lo vi. solo!,

me miraba triste con sus ojos tiernos,

-ya no te preocupes le dije al momento,

el viejo Gepeto, te hará un compañero.

 

-Y así esperaremos a que venga el hada,

toque sus cabezas, su mágica vara,

alzarán sus manos, ¡ será tener alas !

y ya tendrán vida, con ellas, el habla.

 

Pasados los días de trabajo lento,

otra personita fueron construyendo

artesanas manos del viejo Gepeto, 

ya no estarás solo, tienes compañero. 

 

Y juntos los puse frente a mi ventana,

mirasen la calle, la gente que pasa,

el caer de hojas sobre la vereda,

de árboles añosos, moviendo sus ramas. 

   

Mirasen las aves agitar sus alas,

sintiesen la lluvia caer en invierno,

sentir la caricia del sol tempranero,

ver atardeceres invitando al sueño.

 

Al llegar la noche, hora del retiro,

sobre un sillón viejo, yo los recostaba,

serraban sus ojos por un mecanismo,

y ansioso pensaba, ¡si llegase el hada!.

 

Tal vez necesiten, el ser femenino,

que hiciera las veces, de madre o hermana,

y otra vez, mis manos de viejo artesano,

sin medir el tiempo, horas trabajaban.

 

Les contaba cuentos de enanos risueños,

historias antiguas de añejos muñecos, 

"Pinocho" "Blanca Nieve " la "Bella durmiente"

esperando el beso que la despertara. 

 

Les conté parábolas, dieran esperanza,

mientras esperaban que llegase el hada,

del niño golpeando el cristal de una copa,

emitir sonidos, cual trinos del alba. 

 

Les conté que el niño, cambiando su juego, 

recogiendo arena limpia del sendero,

la vertió hasta el borde llenando la copa,

y al golpe del junco, sus  cantos murieron.

 

Les conté que el niño, en su descontento,

emigrada el alma del diáfano seno,

tomo una flor blanca, la puso en el centro,

y en gesto de triunfo, la elevo hacia el cielo.

 

Pretendida idea de darles confianza,

en que llegaría la magia del hada,

mientras en la espera, el viejo Gepeto,

presentó a sus hijos una hermosa dama. 

 

Ya no estaba solo mi primer muñeco,

¡tenía familia!, hermano y hermana.

¿y si algún adulto se les arrimara?

tal vez algún tío, o un abuelo "tata". 

 

Ya simbiotizado con el carpintero,

robándole a veces, horas a mi sueño,

con la compañía de mis tres muñecos,

me di, a la tarea, de darles abuelo.

 

¡Creció la familia, compuesta por cuatro!,

no quise creyeran, ¿todos somos blancos?,

les di dos amigos de exquisita esencia,

supieran que existen, negros y mulatos.

 

Y así se agregaron, una morenita,

y un niñito pardo de calido encanto,

quizás, algún día formarán comparsa,

llevando alegría, a niños y ancianos. 

 

Pero algo faltaba, ¡ampliar el sexteto!

otro personaje, tal vez, por si acaso,

si el hada esperada, aun no llegara,

previendo tristezas, les traje un payaso.

 

Tengo siete hijos de madera y trapo,

de fibra de vidrio, con resina y talco,

esperando ansiosos un soplo de vida,

esperando llegue, el hada y su magia.

 

Y lancé el llamado a los cuatro vientos,

¡no quiero dinero que engrosen mis arcas!,

busco quién me ayude, formar la comparsa,

yo busco un artista, ¡artista con alma!.

 

Llevar alegría donde es necesario,

ahogar las tristezas, revivir las risas,

hospital de niños, hogares de ancianos,

bien se que es un sueño, de un viejo artesano, 

que unido a Gepeto, juntando sus manos,

crearon muñecos de madera y trapo,

con fibra de vidrio, con resina y talco,

esperando el hada trajese la vida a siete

     muñecos de dos artesanos.

 

                                    Nicolás Ferreira Lamaita.      

 



 


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