TODO OCURRIÓ EN AQUEL CAFÉ parte 1

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Esta es una de esas historias que nunca pasó, que tal vez nunca se escribió, habla de él y claro, de ella...

Él, un joven común y corriente, con los típicos problemas de cualquiera, su vida transcurría con singular peculiaridad, parecía como si pocas veces interviniera en ella, solo veía su vida pasar, en una continuidad…

Un buen día como cualquier otro se dirigió a la misma hora de siempre, al café de todos los días con la misma chica de ya varios años...

Aquel día por la mañana el despertador sonó a las siete veinte, se levantó el joven más dormido que despierto, tomo una ducha, se arregló para irse al trabajo, invariablemente a las 9 en punto ingresaba a su oficina, todo transcurría como normalmente suele suceder, el papeleo de siempre, problemas con algunas personas etc etc, el reloj colgado en la pared frente a su escritorio marcaba las dos en punto de la tarde, lo que significaba que era hora de salir de ahí, fue hasta su vehículo y condujo al café en aquella rustica plaza en el centro de la cuidad, llena de árboles y jardines, gente caminando por doquier.

Dos treinta de la tarde sentado en espera de su acompañante, miraba el reloj de su muñeca, pasaban los minutos, fue hasta entonces que se percató que algo estaba ocurriendo, y mientras seguía esperando apareció ella... No era la chica de siempre, cabe mencionar, esa mujer de atractiva apariencia le pregunto por la hora, además de cómo llegar a una calle cerca del lugar, en momentos parecía difícil para el joven poner toda su atención en las palabras que ella pronunciaba, sin darse cuenta se perdió en la profundidad de sus ojos grises y su mirar, envidiaba al viento que rosaba su cabello rojizo, y al sol reflejado en el lunar de su hombro izquierdo.

Faltan quince minutos para las tres, y la calle que tú buscas se encuentra cruzando aquella avenida.

Fue en ese momento en que ella también lo miró, notó algunas marcas de la edad en su rostro, lo cansado que se veía, pero vio algo especial en el brillo de su sonrisa. 

Gracias, supongo que esperas a alguien… Te dejo, tengo que irme ya voy un poco tarde...

Ella dio media vuelta y a prisa camino alejándose del café, y mientras lo hacía se perdía entre el tumulto de gente que atravesaba la avenida, así pues, el joven recordó el mundo en el que vivía y miro nuevamente el reloj de su muñeca, este ya marcaba las dos cincuenta  de la tarde, cuando a lo lejos dibujo la figura de la chica, que, ajetreada y con notorio aspecto de retraso en el tiempo, por fin llego al café.

Lo siento, se me hizo un poco tarde, ¿ya ordenaste, lo de siempre?

Él tomo la carta, mientras observaba el menú, supo que el evento ocurrido hacia unos minutos no era simple casualidad.

Creo que esta vez pediré algo diferente.                  

Ella no dio importancia al cambio, pero en esta vida los detalles minúsculos, invariablemente son los importantes.

Después de una charla entre ambos, de la degustación de la comida y al final un beso discreto, cada uno tomo su camino en direcciones opuestas, mañana sería un nuevo día, como lo habían sido el resto, desde hace un par de años.

Camino a casa, fatigado, como de costumbre, me puse a pensar…

            ¿Cuál sería la razón de su demora?

Tal vez no sonó su despertador a la hora correcta, no eligió bien el atuendo que usaría para la ocasión, tal vez el agua de la regadera estaba demasiado fría y espero a que se calentara un poco más, pudo ser que no encontraba las llaves de su vehículo, o tal vez, y solo tal vez simplemente se cansó de llegar siempre a la misma hora y decidió llegar más tarde, sin lugar a duda fuese el motivo que fuese, todos me llevan sin errar al mismo resultado, conocerla a ella...

Siempre fui de la idea que uno, no se encuentra con su alma gemela así nada más, esperando a que aparezca mágicamente entre sueños y luego lo veas caminado al lado tuyo, uno debe de estar en la banca del parque adecuada, en el asiento correcto en el cine, uno debe de tomar el autobús con un destino similar, o también puede ser esperando a alguien en algún café...

Los días volvieron a transcurrir como invariablemente habían transcurrido hasta entonces en su vida, el café de siempre me esperaba a las dos treinta de la tarde, y para mi mala fortuna Ella no lo hacía, un buen día me canse de esperar a que de nuevo se le hiciera tarde, y decidí llegar más temprano a la cita en el café, y bueno, dio resultado, caminado tranquilamente esta vez, paso junto al café, ella, nuestras miradas se cruzaron, al menos eso podía creer yo… Su cabello rojizo como sus labios, la tez de su piel bronceada, el resonar de sus tacones, el vestido de colores llamativos, todo en una conjunción perfecta.

Así termino aquel día, en el cual, solo me digne a observarla y nada más… Ya para este punto los días solo contaban si algo trascendente ocurría en ellos.

Nuevamente los días y las horas siguieron su curso, por otro lado, cosas en mi vida habían cambiado sin relevancia alguna, ya no ponía el despertador a las siete veinte de la mañana, este ahora sonaba a las siete en punto, en la oficina la carga de trabajo disminuyo, deje de utilizar ese formal atuendo para usar algo un tanto más casual, así como deje de llegar al café a las dos treinta para encontrarme con la que fue y ahora es solo la chica, con la que por varios años fui al café y compartimos además de momentos de intimidad, varias historias que vivirán en el recuerdo y su pasado.

La hasta entonces enigmática mujer de cabello de fuego con lunar en su hombro izquierdo era más que una transeúnte en el camino, sin nada que perder y posiblemente mucho que ganar, me decidí a saludarla, salí de aquel café donde alcanzaba a mirar cómo se acercaba.

¡Hola! (con un poco de nervios y el eco de mis latidos retumbando en mi cabeza) al fin le salude.

Extrañada y sin al parecer recordar nuestro previo encuentro, respondió al saludo, arrojando la interrogante

¿Puedo ayudarte en algo? 

Me había olvidado... No tenía ni la más remota idea

Sí, estoy buscando una dirección. (No necesitan ser adivinos para saber que le pregunte por la misma dirección, que ella me había preguntado)

Que coincidencia, esa dirección es precisamente a donde me dirijo, Yo también me perdí la primera vez que la busque, pero es muy cerca de aquí, es cruzando aquella avenida.

Mientras caminábamos, le pregunte  a que se dedicaba, trabaja en la escuela de música que se encontraba en esa estrecha calle del centro de la ciudad.

Bueno hasta aquí llego yo, ascendió con una mirada que hipnotizaba, fue un gusto, y ojala no vuelvas a perderte.

Y antes de que entrara al edificio...

Disculpa, solo un momento más, antes de que te vayas, siempre he querido aprender a tocar piano.

Tienes suerte, contamos  con la mejor profesora para ese instrumento, Yo, acentuó con un dulce tono, eso explicaba lo largo de sus dedos y lo suave que lucía su piel, cualquier día que tengas oportunidad puedes venir a tomar lecciones.

Me parece perfecto, buscare hacer un espacio en mi agenda, hasta luego... Y así, sin mirar atrás me aleje del lugar discretamente.

CONTINUARA...


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