una historia fantástica

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A veces el tiempo pasaba tan despacio, que parecía que la aguja del reloj nunca avanzaba, se quedaba estancada bailando en su lugar, en un vaivén eterno. ¿Por qué todo era tan real?  La vida llegaba a ser insulsa. Las mismas personas, la misma música, la misma televisión, los mismos errores. Todo moría para volver a nacer de una manera aún peor. Necesito un poco de fantasía, alguna historia maravillosa. Quiero volar, poder respirar bajo el agua, hacer el amor con una hermosa ninfa, matar dragones enormes…

Solía deleitarme con los enormes arboles de un pequeño parque; parecían estar vivos, moviéndose con una formidable majestuosidad y exponiendo al mundo sus hermosas hojas violetas. Pero un día los vi calvos, desnudos. Sus hermosas hojas se pudrían en el suelo, mientras la gente que por allí pasaba las pisoteaba. Fue el día más triste de toda mi vida. 

 A medida que crecemos nuestra felicidad parece ir disminuyendo, no quiero imaginar que me deparará la vida cuando sea un viejo decrepito. Dicen en muchos lugares que nuestra vida es como nosotros la decidimos, pero por más que lo intento, no recuerdo haber decidido nada de esto. Necesito un poco de ficción, quiero viajar a lugares remotos y desconocidos, quiero ver gente extraña, mundos maravillosos. ¿Por qué todo tiene que ser tan terrenal, tan común?

Me siento como un bicho, incapaz  de reconocerme como parte de este mundo. Camino por las calles mirando a los demás como si fueran de otra especie, no puedo hablar, no puedo escuchar, no puedo sentir. Todo es repulsivo.

Mi vida está basada en tres pasos, del trabajo al sofá, del sofá a la cama y de la cama al trabajo. Mi madre se cansa de escupir palabras de rabia en mi contra, fragmentos sonoros que suenan  distorsionados y a los cuales veo como golpes encubiertos, mi padre ni siquiera se molesta. Esta existencia en un asco.

Prometí dejarlo… se lo prometí a mi difunta hermana, prometí que me alejaría de sus asesinos… pero aquella promesa me pesa en lo más hondo de mi ser, su peso es asfixiante. Mi cuerpo tiembla, suda, me implora. Por aquí todo es espantoso. ¿No hay nada que sofoque este pesar?

El hada blanca me llama, me incita a entrar en su mundo de fantasía, la miro a la cara y me deleito con sus sinuosas curvas, es tan excitante, tan placentera, que todo mi cuerpo se convulsiona tan solo con mirarla. Nunca he sido muy valiente y tampoco he querido serlo. Sé que aquella hada esconde un oscuro secreto, pero la verdad es que siempre me han gustado los secretos.

El mundo vuelve a tener color, las personas son maravillosas y ahora me siento uno más en este maravilloso lugar. Nadie me discrimina y todos me aceptan, por fin vuelvo a ser yo mismo. 

Estuve viajando, viaje años luz hacia lugares desconocidos, llenos de grandeza e indescriptibles formas, podía volar y gritar tan fuerte que hasta los mismísimos cimientos temblaban con el poder de mi voz. Hacia el amor con hermosas ninfas y batallaba con enormes gigantes que custodiaban las entradas a las fortalezas de las preciosas princesas. Mi mundo parecía perfecto…

La perfección tiene un precio, nada es gratis es este mundo. Desde hacia tiempo, una oscuridad se cernía sobre mí, una oscuridad que crecía cada vez más y más. Yo la observaba con atención y cautela, pero no me atrevía a traspasarla, temía lo que pudiera encontrar en ella. Sé que debía enfrentarme a aquella oscuridad, pero el huir se convirtió en un arte y un arte que practiqué con una destreza increíble. Que necio fui…

Aquella malévola oscuridad creció tanto que terminó por engullirme, me arrastró con fuerzas sobrehumanas hasta su interior y me dejó sumido en la oscuridad más tenebrosa que jamás hayan imaginado.

A lo lejos una tenue luz se encendió, apenas si era capaz de verla. Avancé a través de aquella pesada masa oscura hasta la luz y vi una figura recortada que me daba la espalda, mantenía en su mano una vela en la que bailaba una frágil llama a punto de extinguirse. Se volvió hacia mí y pude reconocer el rostro lívido de aquella mujer. 

-Me lo prometiste hermano -había melancolía, sufrimiento y decepción en aquella lúgubre voz.

Algo se resquebrajo dentro de mí, dejando salir un dolor espantoso, que hizo que los ojos se me empaparan de lágrimas.

-Lo siento -dije con tanta sinceridad que el rostro de mi hermana pareció cambiar de color.

Se puso de pie y me extendió su mano, sabía que me acaba de perdonar. Acepte su mano y al hacerlo el fuego de la vela se intensificó. Me guió durante unos minutos hasta que pude ver una luz al final del camino, momento en el que se detuvo y me observó con ternura.

-Se valiente -me dijo.

Asentí sin dejar de llorar y comencé a alejarme de ella en dirección a la luz del fondo, cuando volví la vista ella ya no estaba. Avancé hasta que la luz fue tan segadora que no pude ver absolutamente nada y luego de unos instantes cuando me acostumbre a ella, me vi encerrado en un cuarto blanco, con paredes acolchonadas.

Ahora vuelvo a ser un bicho raro, la vida es tan real, tan terrenal, que casi me rio de ella. Soy de una especie distinta, extraña, algunos me aceptan, otros me ignoran. Pero lo más importante es que he aprendido a vivir a mi manera, a aceptar como soy e ignorar los caprichos de una sociedad que se mueve al ritmo que le imponen. 

Pero no he cesado en mi búsqueda de lo fantástico, sé que hay mucha magia en este mundo, la magia del amor, de la naturaleza, de la creatividad… nunca dejaré de buscarla y cuando la encuentre, por fin podré ser feliz. 


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