HICIMOS EL AMOR A LO MODERNO PARTE 1 DE 2

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Era la visita de la Emisora juvenil de moda en mi ciudad. Para ese entonces vivía en una ciudad pequeña de Colombia, y era una gran alegría que una emisora nacional llevara a uno de sus programas más importantes a transmitir en vivo.

Fui a observar la transmisión porque amo la radio, y mientras estaban en cuñas comerciales o fuera del aire, en el centro comercial donde se estaba realizando el programa sonaba música. Al ser una emisora juvenil, se oía mucho reggaetón. Una de las canciones más pegadas del momento decía: "Sin flores, ni cartas, ni presentaciones; sin mucho preámbulo y complicaciones; hagamos el amor a lo moderno". Yo comenté en voz alta a un amigo lo rico que sería hacer el amor a lo moderno esa noche, noche de alcohol, noche calurosa, noche de fiesta... de pronto, una hermosa mujer de unos 28 años se me acerca y me dice al oído: "Si quieres hacer el amor a lo moderno, te espero en 10 minutos en el parqueadero".

No lo pensé 2 veces, y en menos de 10 minutos estuve ahí. Era una mujer de piernas gruesas, grandes nalgas, unas tetotas inmensas, una cintura moldeada y delicados labios rojos y delgados, además tenía el pelo hasta la cintura, era largo, negro y liso. Llevaba una blusa de escote pronunciado y pegada al cuerpo, un jeam ajustado que demarcaba sus glúteos, piernas y cadera y unos zapatos de tacón no tan alto que le daban al momento algo de sensualidad.

Subimos a su auto, y dedicamos unos 3 minutos a juguetear con nuestros cuerpos: besos, caricias, chupadas de teta, masturbada en cuquita y en pene, tirones sensuales de pelo y sexys chupones por todo el cuerpo de los dos. Encendió el auto y arrancó. Nos dirigimos a su apartamento a gran velocidad, aproveché para practicarle sexo oral mientras conducía, por lo que nunca supe donde quedaba el edificio.

Entramos, y no más entrar empezamos un juego de rol en el que ella era mi secretaria y yo un abusivo jefe: se sentó a unos 50 centímetros y fue acercándose progresivamente a mí, tenía una tanga de encaje negra que me puso a mil, la bajé con fuerza y chupé su conchita mientras la tiraba en el sofá de un empujón en las tetas, sostuve mis manos pellizcando sus pezones mientras lamía con fuerza y delicadeza a la vez su vagina, gemía suave pero profundamente. Cuando decidí dejarla levantar, fue como si hubiera despertado la perra que había en ella: me arrancó el pantalón con violencia y excesiva práctica, y con una maestría sin igual sacó mi pene y empezó a hacerme una de las mejores mamadas de mi vida, hice un esfuerzo máximo para no correrme en su boca y alargar el momento, pero no lo conseguí... ¡Tiene segunda parte!


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