Aquel día fue horrible, como todos desde que llegué a ese maldito instituto. Llevo tres meses y aún no conozco a nadie, y los que me conocen a mi solo es por el mote que me han puesto. No sé como molesté a aquellos chavales, pero la han tomado conmigo, aun me duele el ojo morado de la semana pasada.
Total.. era martes e iba caminando hacia mi casa, la calle estaba solitaria, se sentía el viento correr entre las hojas de los arboles, era un día de otoño, el ambiente estaba bastante apagado y yo iba pisando hojas secas, entretenido, cuando escuché una puerta golpeando frenética.
El viento había conseguido molestar a aquel viejo teatro, y le hacia enfurecer con cada arremetida.
Me volvió a picar la curiosidad, mis padres me contaban sus batallitas de jóvenes, cuando se colaban en el viejo teatro, ya viejo era entonces, y veían las obras escondidos; o mi padre cuando entraba con sus amigos para ver como se cambiaban las actrices. También me contaban como los domingos, el pueblo entero se vestia de gala e iban como en procesion todos hacia el teatro, festejando y parloteando por la avenida llena de arboles y flores.
Recordé la historia del cierre del teatro, y un escalofrío recorrió mi cuerpo, aun así la curiosidad me pudo.
Aquel martes no había flores, solo hojas secas, arboles medio pelados, y un viento que ya empezaba a calarme en los huesos. Decidí entrar al teatro, calmaría un tanto mi curiosidad y me resguardaría de aquel aire terrible durante unos minutos.
La puerta seguía golpeando alocadamente, pasé dentro y con unos maderos la encaje para que no molestase. El polvo tardó aún unos segundos en asentarse, segundos en los que tosí como un loco, maldito asma. Cuando me calmé, me invadió una curiosidad enorme, y arrastrando los pies, despacio, para que durase mas aquel momento, me adentré en el teatro.
Había una cortina de terciopelo polvorienta, bastante bien conservada, la aparté y, delante de mi, se abrió paso al mismo tiempo la imagen mas entrañable que había contemplado en mi vida. Era posible que a muchos ojos les pareciese tetrico, pero para mi era digno de admirar, veía miles de recuerdos, veía un lujo ya olvidado entre aquellas paredes, pero aun posible de sentir, de hecho, me pareció oír pasitos abajo, en el escenario, correteando entre las cortinas maltrechas. Y por que no decirlo, risitas tambien.
Observaba cada detalle, las butacas de terciopelo rojo parecían haber sido tremendamente cómodas en sus días de gloria, la sala era enorme, se inclinaba hacia el escenario sutilmente, hileras de butacas conducían la atención a la obra. El escenario era una obra de arte en si mismo, sus columnas y pliegues arquitectónicos eran exquisitos, al igual que los palcos.
Decidí bajar al escenario y buscar por allí algo de atrezzo olvidado, sentía una tremenda curiosidad por todo aquello. Estaba subiendo las escaleras que me conducirían a lo que suponía serian los vestidores de los artistas, cuando volví a escuchar aquel correteo. Se sentía por los palcos, como si dos o tres personas corriesen por allí, jugando. Me asomé a través de las cortinas del escenario, escudriñando a lo lejos, y los vi, vi tres sombras pequeñas, corriendo entre los palcos. Les grité que andasen con cuidado que podia ser peligroso, y sus pasos se detuvieron al instante.
Quedé algo sorprendido, pero decidí seguir a lo mio. Entré por el pasillo que me conducía a los vestidores, había corriente y algunas puertas estaban golpeando, daba una sensación de intranquilidad a mi escena perfecta pero aun así seguí caminando.
Entré a uno de los camerinos era impresionante, parecía el de la actriz principal. Un lujoso tocador presidia la estancia, una cama en la pared de la derecha y en la misma esquina un separador para cambiarse. Rebusque por un buen rato, mirando los cajones, debajo de la cama.. Encontraba ciertos objetos, algún que otro peine olvidado, una peluca, algunas pinturas, pero nada que llamase mi atención en sobremanera.
Salí de nuevo al pasillo, buscando otra puerta que me conduciría a una nueva historia, aun extasiado por todo aquello, cuando algo me sacó de mi nube. Los pasos ahora sonaban mas cercanos, como si algo estuviera detrás de mi.
Quise girarme para comprobar que eran aquellos críos de antes, pero justo delante mio las vi. Tres niñitas de unos siete u ocho años, rubias, de pelo rizado y ojos claros, me miraban tristes. Sus ropas parecían antiguas, muy acordes con aquel teatro que había quedado intacto en el tiempo. No entendía su tristeza, las miré unos segundos y vi que una de ella empezaba a derramar lagrimillas. Me quise acercar pero a un solo movimiento mio daban un paso atrás, tampoco contestaban a mis preguntas. Levantaron las tres sus bracitos a la vez, asustadas, señalando detrás de mi.
Un golpe seco. Cai de boca contra el suelo y lo ultimo que pude ver fue a las tres niñitas salir corriendo.
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