Denunciar relato
Por mi mente pasaron una infinidad de pensamientos, que en lugar de ser productivos, sólo afectaban a mi tranquilidad mental. Mi cerebro no sabía qué hacer, mis neuronas estaban echas un remedo de mierda. La nicotina no era suficiente para calmar semejante alboroto. El cuerpo comenzó a sufrir de tensión muscular, ansiedad, y algunos otros síntomas de estrés. Mis ojos estaban cansados, y mi boca seca. Hasta que una neurona, de entre aquellos miles de millones de neuronas, tuvo una idea que se propagó rápidamente, y el cerebro gritó: ¡Suicidio masivo!
Destapé aquella botella, y me propuse emborracharme sin piedad.
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