En estos momentos un agobio me aprieta el corazón. No me deja respirar, la angustia se va convirtiendo en agonía conforme los segundos pasan. Aunque cada segundo es mundo para mí, pues en mis sufrimientos los recuerdos me acompañan y no dejan que mi mente se acuerde de las preciosas aguas marinas de plata brillando bajo el sol de Septiembre. No cesaba mi alegría cuando mi alma se estaba junto a suya. Ahora mi tristeza se ensombrece al recordar que jamás compartiré cada alivio con esa alma.
Las hojas caen en una fría ciudad del centro, pasear con el sol invernal y el aire de las gélidas montañas que rodean la provincia de Cuentum, es agradable, a quien le guste
Es una ciudad pequeña, tranquila, sus gentes se conocen y sonríen por las calles, esas calles de subida y de bajada que hacen disimular el vasto relieve que bajo ellas anida. Es un sitio tranquilo que la serranía deja fortificado en sí. Además el río hace del otoño más bonito en esta tierra. Pero no me gusta estar aquí. Habría preferido soportar el húmedo frío de Candir, sus callejuelas romanas encierran el mayor de mis amores: la mar. Esa indómita masa de agua salada. Amo la mar más que a nada este mundo. Pero ahora me encuentro a muchas millas de ella. Eso incrementa que mis recuerdos sean bonitos y amargos a vez.
Quisiera morir allí, pero ya es tarde para esa elección. Ahora mis últimos sollozos son aquí. Mi corazón ha dejado de palpitar, ya no está en el pecho. Se lo llevaron entre rizos castaños y labios rojizos.
La noche se cierne y mi mente ya es muda, ahora todo se reduce a la nada, como mi corazón.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales