En Brazos De Quien Más Te Ama

-          No te mojes mucho, sino terminaras con un resfriado – Grite a lo lejos mientras te veía correr.

-          Descuida, solo me mojare los pies – Ya habías llegado a la orilla del mar. Tus sandalias estaban más atrás, lo suficientemente lejos como para que la marea no se las llevara.

El sol se ocultaba majestuoso sobre el mar, reflejando sobre el agua un hermosos naranja que a ti, tanto te gustaba. El agua fría del mar, apenas tocaba la comisura de tus tobillos. Jugabas con el agua y la arena igual que una niña pequeña. Te vías realmente feliz.

De pronto algo muy peculiar sucedió.  Conforme pasaba el tiempo, la bravura del mar aumentaba, y trajo consigo olas más grandes. Un, especialmente grande, llego con fuerza a la orilla, y de sorpresa de salpico mucha agua. Te quedaste quieta un momento, yo me acerque asustado, pues parecía que querías llorar. De repente volteas lentamente.  Te veías triste, toda tu ropa estaba empapada. Pero no, sonreíste y comenzaste a reír. Tu sonrisa era hermosa, la más bella de todas.

Tomaste mi mano, y me llevaste contigo. Pero nos dimos cuenta de que algo faltaba. Tus sandalias ya no estaban. El mar se las había llevado. Quise ir tras ella, pero me detuviste. Te pusiste detrás de mí y brincaste sobre mi espalda.  Te sostuve fuerte, y regresamos camino a casa unas cuantas cuadras.

Tal vez estabas empapada, descalza y despeinada, pero regresabas feliz en brazos de quien más te quería.