Paquirrin ha hecho llorar al punk
Por Frank Mayhem
Enviado el 21/12/2013, clasificado en Varios / otros
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Abrí el cartucho de jamón york del Lydel, acerque la nariz y lo olí. Lo hice por pura cortesía ya que desde lejos se podía notar aquel característico aroma a pasado que tiene ese embutido cuando esta caducado y además lleva días abierto. El olor era amargo, incipiente y bastante nauseabundo. Saque una loncha, la enrolle y me la metí en la boca. El sabor era más nefasto aun si cabe, pero no comía nada desde el desayuno y ya era bien entrada la noche, así que me supo a gloria.
Intente juntar y separar los dedos para calibrar el grado de viscosidad que había quedado en ellos después de coger la loncha. Cuando los separaba un hilo de grasa blanca los mantenía unidos. Me reí. Era gracioso. Me recordaba a los hilos blancos de saliva que se le quedaban en la boca, uniendo paladar y lengua, a mi hermano cuando cantaba.
¿Fue eso? Quizá no. Quizá solo me reí de aquella gilipollez porque aun estaba un poco colocado y mi cerebro iba a caballo entre el sueño placentero que produce fumar heroína y la realidad difusa que aparece cuando el punto álgido del colocon ya ha pasado.
Recordé por que había comprobado la viscosidad de mis dedos. Era porque quería alcanzar el mando a distancia del televisor, situado a unos pocos palmos de mí, sobre el cojín del sofá con la mancha de sangre procedente de cuando le vino a mi novia el periodo mientras estrenábamos el sofá nuevo follando como salvajes.
- Está muy lejos será mejor que tome fuerzas para el camino.- Dije en voz alta mientras reía y le daba otro trago al whisky de 2 euros.
Ahora sí, cogí el mando y encendí la tele robada para hacer un poco de zapping mientras acomodaba mi huesuda espalda en el famoso sofá del amor.
No creáis que soy un ladrón, nada de eso, yo soy un artista. O lo era ¡qué más da! La quistión es que mi antiguo grupo y yo tocamos una noche en un bar y como no fue casi nadie a vernos el dueño se negó a pagarnos lo acordado, así que tras una breve pero intensa pelea cogimos la tele y nos fuimos corriendo.
Comencé a darle juego a mi dedo pulgar pasando los canales a un ritmo lo suficientemente rápido como para que no diera tiempo del todo a aparecer el nombre del canal, pero lo suficientemente lento como para reconocer si me interesaba lo que estaban haciendo en ese momento.
Por algún motivo lo que vi cuando pasé por Telecinco me hizo parar. Era viernes por la noche y estaban haciendo el Sálvame. Aunque suene a tópico nunca veo esos programas. Si, ya sé que eso es lo que dice todo el mundo que los ve, pero creerme, no era mi caso. Bueno, y si no me creéis que os jodan. El motivo por el que pare allí fue porque escuche algo que me saco literalmente de mi estado semi catatónico post drogada.
El tipo que presenta a la gente estaba con el Paquirrin y se vanagloriaban porque el individuo éste en cuestión había sacado un disco, cosa que tristemente no me extraño, y que había batido record de descargas, colocándose en tan solo veinte horas líder en internet.
Los ojos se me inundaron en lágrimas. El vaso cayó al suelo y se rompió. Mi novia salió corriendo del cuarto de baño y me preguntó:
-¿Qué ha pasado Juanjo? Estaba en el baño y he escuchado un golpe.-Exclamó asomando medio cuerpo desnudo por el marco de la puerta.
Me giré lentamente y después de reponerme apoyé mis raquíticas manos en mis hombros a modo de cruz y con la voz triste le dije:
-Hoy a muerto un pedacito de la música.-Casi no pude acabar la frase.
Un mechón de mi sucia cabellera cayó frente a mis ojos, pero a través de él pude ver como el semblante de Jesica cambiaba a uno de desconcierto e incredulidad:
-¿En serio, Juanjo? ¿En serio has roto uno de los vasos buenos porque este tío ha sacado un disco? No tenemos dinero casi ni para drogas y alcohol y tu vas rompiendo por ahí las cosas como si nos sobrara el dinero-Fue subiendo el tono-Crece de una puta vez Juanjo, ¡Joder!
A esto cerró la puerta dando un golpe seco y prosiguió soltando improperios casi inaudibles desde el cuarto de baño. Hacia horas que no tomaba nada y no había ido al baño en los últimos cinco días a causa de la droga, era algo que la ponía profundamente nerviosa.
Di un largo trago a morro de la botella y la acomodé ligeramente en la mesa. Encendí una xusta de porro que había en el cenicero. Volví a coger la botella, la alce al aire apuntando a la foto de mi hermano, muerto de sobredosis, a modo que podía verla a través del líquido dorado escocés y brinde con él deseando que mi pensamiento cruzara la ultratumba y llegara a sus oídos espirituales:
-Va por ti hermano, camarada. Espero que donde quiera que estés no tengan TDT para ver Telecinco, y si la tienen, no se lo digas a Sid Vicious, o se perderá el poco respeto que quedaba por el punk español, salud.
Hice un pequeño gesto para levantar un poco más la botella a modo de brindis, di una profunda calada al porro y sin expulsar el humo tomé un gran trago de la botella enviando el humo y el whisky a lo más profundo de mi alma, que se estaba derrumbando por dentro.
Volví a dejar la botella en la mesa y dirigí mis ojos a otra foto que había en el mueble del comedor. Era una foto de mi antigua banda de punk. Nos llamábamos Gonodiarrea y en los años ochenta, durante la movida madrileña, nos hicimos bastante famosos, a decir verdad, éramos buenos de cojones. La banda la formamos mi hermano, que tocaba el bajo, dos amigos del colegio; Rober y Chus, a la batería y guitarra respectivamente y por último, yo; haciendo las vocales.
Nos pasábamos el día en el local: bebiendo birra, fumando heroína y marihuana y componiendo nuestras canciones, que llegaron a ser himnos de nuestra generación perdida. Nuestro estandarte, todo por la vena, y las groupies ponían la guinda final a unos años que me cuesta recordar pero que acojo con gran apego y emoción. Fuimos algo para alguien, y ya era más de lo que Paquirrin será capaz de decir jamás.
Más tarde, cuando paso la movida, decidimos reconvertirnos a una banda de rock alternativo para poder seguir bebiendo y colocándonos de la música. Pero lo único que quedo de aquella época fue: una groupie deslenguada como novia, una fuerte adicción a los opiáceos y una casa vacía de contenidos pero llena de recuerdos borrosos, ¡Ah! Y con un bonito grafiti de una polla encima de la tele.
Solté una carcajada mientras volvía a cargar de jaco el papel de plata. Ver a Paquirrin bajo el dibujo de una polla me hizo mucha gracia, por lo de los parecidos razonables y eso.
En fin, como iba diciendo: la música ha muerto en España.
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