Caminaba por la calle, penetrando la espesura de la tarde.
Mientras caminaba sentía la mirada triste de mi observador.
Empecé a acelerar mi paso, sin embargo, a medida que avanzaba, las miradas se incrementaban.
Me detuve en el refugio de un árbol, y fingiendo amarrar las agujetas de mis zapatos, intenté ver a mi observador.
Nadie lucía sospechoso, la gente caminaba sin rumbo: unos tristes, otros cansados, otros enamorados, otros muertos
Seguí avanzando hasta detenerme en la comisura de la banqueta. Junto con otras personas debía esperar a que el semáforo cambiara de parecer.
Momentos después me encontraba en la central, el corazón se me aceleró al ver que todos parecían estar delirando afortunadamente el transporte rumbo a mi hogar arribó minutos después de concluir esa escena. Subí acompañado de personas que únicamente compartían su ruta y respeto moral conmigo.
Subí hasta el final del fúnebre camión y me senté junto a la ventana.
De pronto sentí que alguien me miraba a través del vidrio giré mi cabeza con la velocidad de un búho no había nada más que mi desesperado reflejo.
El camión seguía su ruta ¿Cuándo cambiará? Me pregunté
Fue entonces que las llantas frenaron lentamente, alcé mi mirada y te vi
Tu sonrisa se desbordaba al verme, caminabas con la sensualidad demoniaca y te sentaste a mi lado.
--¿Te acuerdas de mí? Preguntaste.
--
--Soy yo, y ya es la hora
--¿La hora de qué? Pregunté asustado.
Me miraste a los ojos y me diste un tierno beso.
--He venido por ti, te llevaré al descanso eterno. Dijiste
En ese momento mis fuerzas abandonaron mi cuerpo, lo último que sentí fueron sus labios y abandoné este mundo.
Hola a todos, les agradezco el tiempo que me regalan leyendo mis narraciones.
La mayoría de mis relatos son momentos de la vida cotidiana, por eso llevan un nombre común, como el relato: comprando un helado.
Gracias por brindarme este espacio para expresarme.
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