Adiós a mi persona

Hace dos semanas dije adiós a mi persona, a mi otra mitad, a mi alma gemela, a mi indispensable. No hablo del tipo de alma gemela con el que te acabas casando, hablo de mi hermano.

Desde siempre mi hermano mayor y yo hemos sido fieles compañeros de vida. Nunca hemos estado más de 2 horas sin hablarnos por una pelea y nunca nos hemos dado la espalda el uno al otro. Nunca hasta hace dos semanas.

Recuerdo que pocos días antes de que todo ocurriera vino una mañana a mi cama, se tumbó a mi lado y me puso la canción de Hey Brother de Avicii, me dijo que me la dedicaba, que si el cielo llegase a caer, por mí, no hay nada en este mundo que no pudiera hacer. ¿Bonito verdad? Quizás fue nuestra última conversación profunda.

Unos días después era yo la que se tumbaba en su cama, pero esta vez lo hacía sola.

Junto a su mejor amigo, que se había convertido en un primo para mí, paseaba en silencio por las calles de Barcelona intentando desconectar con el ruido. Poco a poco fuimos acercándonos allí donde toda mi familia y amigos estaba esperando. Al entrar, todo el mundo me miraba con cara de pena y algunos que otros descarados fijaron su vista en las vendas que llevaba alrededor de la muñeca. Me era tan insignificante cualquier acto que hicieran los demás que, sin preocuparme por si había alguien en mí camino, fui derecha al centro de la sala. Apoyé mi cabeza en la tapa de madera y me quede allí. Por lo que me dijeron luego, estuve unas 2 horas inmóvil, mis huesos no respondían.

Mi hermano falleció en un accidente de coche. Nadie pudo hacer nada para evitarlo. Desde entonces no he vuelto a pronunciar palabras. No tengo nada que decir si no está mi hermano para escucharlo.

(Por si acaso en el cielo hay Internet, aquí tienes mi último TE QUIERO.)