Mi mujer es generosa con sus amigos

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¡Son casi las 3:00 AM y Bárbara no ha regresado a casa! Nuestra relación no es perfecta y luego de 5 años de matrimonio, el fantasma de divorcio o la separación parece cada vez más cercana. Pero eso no me importa ahora, es muy tarde y ella no ha regresado. Estoy realmente preocupado ¿en dónde está mi mujer? ¿Acaso fue asaltada o sufrió un accidente? ¿Sería víctima de un secuestro exprés?

Ya marqué más de 10 veces a su teléfono celular, pero está apagado. Al salir, esta tarde, Bárbara apenas se molestó en decirme que iría a tomar un café con una amiga, en un mediocre Vips y que no se llevaría su auto.

Ahora escucho que alguien intenta, sin éxito, abrir la puerta de la casa.

Es Bárbara que no es capaz de introducir la llave en la cerradura. Por la mirilla de la puerta advierto que no puede coordinar sus movimientos: está completamente ebria. No me sorprende, basta con que ella se beba un par de cervezas o un sencillo vodka para pasar de la insolencia a la embriaguez en unos minutos.

¡Ella ya lo tenia planeado! deliberadamente no se llevó su auto para no arriesgarse a ser detenida en los muchos puntos de revisión que la policía tiene en la Ciudad de México para detectar a conductores ebrios.

La dejo que siga su lucha con la cerradura durante algunos minutos, sólo por diversión. Por fin abro la puerta y ella me lanza una gran sonrisa burlona. Le pregunto dónde estuvo más de 10 horas. No me contesta, me ignora y camina hacia nuestra habitación, para dejarse caer en la amplia cama matrimonial.

Me molesta su comportamiento: no se ha quitado sus largas botas negras y su ropa y cabello apestan a cigarro. Parece que quiere dormir vestida, pero yo, que aún me considero un buen esposo, le quito las botas. Ahora le ordeno que se desvista y se ponga su ropa de cama, pero es inútil, Bárbara sólo se ríe, se burla una vez más de mis órdenes. Yo no quiero que el desagradable olor a cigarro impregne la cama y la sábanas, así que le quito la blusa y la falda, casi con violencia y muy fastidiado.

Ahora estoy sorprendido: Bárbara no trae puestos ni el sostén ni la pantaleta, ha quedado completamente desnuda y sigue mirándome con una sonrisa burlona. Le pregunto por qué no tiene puesta ropa interior y su respuesta me provoca sorpresa y excitación a la vez: me dice que un antiguo novio y el amigo de éste, después de "una hora feliz" en el bar de un Sanborns la han llevado a un hotel de Calzada de Tlalpan, para cogerla, como a una puta, primero por turnos y luego al mismo tiempo. Me jura que ha sido la experiencia sexual más maravillosa y excitante de su vida, una fantasía que deseaba desde hace años.

En sus pezones todavía son muy visibles la marcas de succión que le han dejado sus amigos. Veo con sorpresa que en su abundante vello púbico hay rastros de semen y también en su cabello. El semen ya está seco, pero es evidente que proviene de varias eyaculaciones. En sus nalgas también hay marcas de succión y de nalgadas, las marcas sobre su pálida piel son grandes, rojas y nítidas. Lo labios de su vagina están hinchados, se ven irritados y su vagina emana un olor excitante.

De hecho, todo su cuerpo aún despide un penetrante olor a sexo: esa perversa y adictiva mezcla de sudor, semen, saliva, fluidos vaginales, que se fusionan con el penetrante aroma del látex y lubricante de los preservativos baratos.

Bárbara sigue hablando: dice que la penetraron durante horas, que primero la obligaron a mamar las dos vergas, que la masturbaron, que ahora sabe qué se siente tener dos vergas a la vez, que sus amigos la invitaron a deglutir su semen; que ya no recuerda cuántos orgasmos tuvo; que ella se presentó como una puta incondicional y deseosa de ser penetrada.

Con emoción, mi mujer me detalla que las vergas de sus dos amigos son enormes, gruesas y pesadas, y que al estar totalmente erectas, ambas vergas tienen esa ligera curvatura que le fascina sentir en la vagina y en la boca.

También se queja de aún tiene el ano dilatado, porque desde hace años nadie la había penetrado por detrás, pero que después de ser simultáneamente penetrada por la vagina y el ano, su dolor inicial se transformó en un placer infinito.

A pesar del dolor que ahora siente en sus nalgas, Bárbara me confiesa que fue inmensamente feliz por unas horas. Me explica que sus amigos se han llevado su sostén y su pantaleta como trofeo, para presumir con otros hombres que pronto se convertirán en los próximos invitados al festín sexual que arde entre sus piernas.

Ahora veo que ella se ha excitado de nuevo y pide que la penetre, suplica que le meta mi verga, desea que esta misma noche una tercera verga le llene de semen ardiente la vagina, esa profunda hendidura de placer gratuito.

Mi mujer, mi puta esposa, me hace ver que todavía está hinchada de placer, y que desea mi verga ahora mismo. Yo accedo. Mi verga está dura como una barra de acero, gracias a su alegre y excitante confesión. La penetro con asombrosa facilidad ¡es tan excitante que mi mujer se convierta en una puta! Quisiera penetrarla durante horas, pero ella me ordena que termine de inmediato. Eyaculo con violencia en su vagina, que está caliente, aunque excesivamente dilatada para mi gusto.

Le pido, le suplico casi entre lágrimas, que la próxima semana vuelva a salir con sus amigos para que la cojan, para que la penetren durante horas y regrese a casa caliente, húmeda y lista para mi verga. Me encanta la generosidad de mi amada mujer.


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