CON PEDRO Y LAS PAISAS PAULA Y CAROLINA PARTE 1/3

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No conocía Medellín. Por conocimiento general, se dice que en Medellín están las mujeres más lindas y sexys de Colombia y yo iba dispuesto más que a conocer la ciudad, a verificar si lo que se decía era cierto o era más un mito urbano.

Su acento cálido y afectuoso me agradaba mucho, sabía que era la forma de hablar de todas las mujeres de Medellín (también llamadas paisas) pero me era imposible imaginar que así me hablaban únicamente a mí.

Con mi amigo Pedro salimos a recorrer la ciudad en busca de conocer mujeres lindas, pasear, comprar un par de cosas y distraernos; conocimos una hermosísima vendedora de artesanías paisas y bastantes otras mujeres preciosas, pero por falta de tiempo no tuvimos alternativa de generar situaciones de acercamiento con ellas.

Al día siguiente fuimos de nuevo de paseo y ahí fue. No lo podíamos creer, había un par de mujeres preciosas, eran copia una de la otra pero no gemelas. Ambas eran blancas, de estatura media pero cuerpos tonificados y bien moldeados, pelo largo y lacio ambas, con la diferencia que una era rubia y la otra de pelo negro, voluptuosas, un par de senos increíbles para juntas y una más nalgona que la otra pero sin desmeritar a la perdedora.

Pedro siempre ha preferido las mujeres rubias así que coordinamos para que él se quedara con esta y yo por lógica con su amiga. Teníamos poco tiempo, apenas era un viaje en el metro y no podíamos perder esta oportunidad; además, era viernes en la mañana y regresaríamos a Bogotá el sábado en la mañana. Sabíamos que era ahora o nunca, y si la situación prosperaba deberíamos arriesgarnos a irnos de fiesta esa noche tal vez jugando con el cupo de vuelo que ya por supuesto estaba comprado sin derecho a cambios ni devoluciones.

Nos acercamos directamente, no pensamos más para hablarles con mucha frescura y confianza. Fue una conversación amable y cómoda, nos sentíamos bien con ellas, y al parecer nosotros les simpatizamos también. Carolina y Paula, así se identificaron, Carolina la rubia, Paula su amiga.

Pedro ha sido toda la vida un hombre que ciertamente goza de atracción entre las mujeres por su excelente estado físico; mientras que yo, no cuento tanto con ese recurso, más sí con un gran sentido del humor y verdaderamente sé qué decir en el momento oportuno para propiciar lo que ando buscando. Sin embargo, Pedro fue quien dio el paso definitivo al preguntar fingiendo dónde quedaba el hotel en el que nos hospedábamos, fingió estar perdidos y aprovechando la amabilidad y cortesía que tiene la gente de Medellín, me seguí de esa cuerda tratando de hacerlas ir con nosotros al hospedaje.

Paula dijo no tener mucho qué hacer y se ofreció gustosa a acompañarnos; y, Carolina viendo la posición de su amiga decidió optar por la misma opción. Nos dirigimos al hotel prontamente y disimulando nuestra trampa cambiábamos algunas calles de rumbo para mostrarnos desubicados aún sabiendo cuál era la ubicación exacta del sitio.

Cuando por fin ellas lograron supuestamente ubicarnos, les ofreció acompañarnos al almuerzo que teníamos ya pago dentro de los gastos y el cual era exquisito. Esta vez Paula se mostró reacia a aceptar, pero Carolina que ya se estaba soltando con Pedro la convenció de quedarse. Almorzamos y usando algunas palabras bien pronunciadas en el momento indicado, las persuadimos para que subieran con nosotros a nuestras habitaciones. Fue como si hubiéramos desatado en ellas un salvajismo intenso; ya que, al cruzar la puerta se vieron cómodas y dispuestas a lo que pudiera suceder. Pedro destapó todo un paquete de cervezas extranjeras que habíamos comprado la noche anterior, y empezó a repartirlas a las 2 mujeres, la mía y la de él. Bebieron gustosas, la acabaron primero que nosotros así que procedimos a darle una cerveza más a cada una.

Paula se estaba poniendo verdaderamente contenta y se había despojado ya de su chaqueta mientras que Carolina tomaba acostada en la cama y hacía insinuaciones que calentaban el momento como “Está haciendo mucho calor, sería bueno bajar la temperatura ¿No?”

Con una de las botellas para entonces vacía propuse que jugáramos el infalible y popular juego de prendas o besos (en Colombia llamado la verdad o se atreve) juego que sabíamos con Pedro nos llevaría directamente a lo que andábamos buscando. Carolina se incorporó y pretendió iniciar inmediatamente el juego, mientras que Paula vaciló un poco, hasta que su amiga tocando su pierna derecha repetidamente la convenció de participar.

El juego empezó mal para nosotros, perdimos varias veces y estábamos casi semidesnudos al cabo de unos pocos turnos. Ellas casi no habían sido víctimas del azar y tenían casi todas sus prendas. Pero como en los juegos de azar la suerte no dura siempre, la botella pareció entender nuestras súplicas y empezó a caer y caer en dirección de las chicas. La rubia Carolina perdió pronto todas sus prendas hasta quedar en una hermosa tanga de hilo roja, y Paula no muy lejos de su amiga quedó en un sujetador negro de encaje, tal como su tanga también de hilo.

Tuvimos que hacerle una alteración al juego para evitar desnudarlas tan pronto, y decidimos que perdería una pareja y no una persona como hasta el momento, y el castigo no sería una prenda sino una situación a oscuras entre las personas perdedoras. Las mujeres ya poseídas por el alcohol y nosotros por el deseo de sus cuerpos procedimos a reiniciar el juego que al principio no quería dar resultado pues la botella estaba cayendo sin dirección a la pareja que nosotros queríamos. En primer turno cayó indicando Pedro – Paula, y posteriormente Carolina – Oscar.

Tuvimos que reacomodarnos para obtener el resultado buscado y así fue. En el siguiente turno la botella marcó Oscar – Paula ¡Era mi oportunidad!


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