Charlotte & Sam III

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Sam I

Sam condujo hasta casa de Diana y aparcó en la puerta.

- Ha sido todo maravilloso – dijo la chica con expresión satisfecha.

- Si, todo el mundo se ha divertido – corroboró Sam bajándose del coche, mientras ella hacía lo mismo. Le tendió la mano y ella la aceptó. Aquel era el tipo de cosas que Sam asociaba a la estabilidad de una relación. A Diana le daba la mano y sabía cómo actuar con ella. Con Charlotte el mundo se convertía en un torbellino que no paraba de girar, y no tenías la mano de nadie a la que agarrarte.

Diana vivía en una pequeña casita adosada. Bastante amplia para dos personas. Sam y ella habían acordado que vivirían allí un tiempo después de la boda, hasta que necesitaran más espacio.

Entraron en la casa y Sam la llevó hasta su dormitorio. Todo estaba en perfecto orden, la cama hecha y los cojines bien colocados. Sam no pudo evitar acordarse de la cama de Charlotte, siempre revuelta y con todos los cojines apiñados en una esquina.

Sam besó a Diana y empezó a quitarle el vestido con urgencia. Diana correspondió a su beso y Sam la atrajo hacia sí. Por un momento Sam olvidó a Charlotte y pensó que ya no la necesitaba, que la dejaría para estar solo con su futura esposa. Entonces ella se separó un poco con suavidad.

- Espera, el vestido, es muy delicado…no quiero que se estropee…- dijo Diana desabrochando los botones con cuidado, y colgando el vestido en el armario con parsimonia.

Aquello distrajo a Sam, como sucedía tantas veces. Se deshizo del traje de chaqueta y se quedó solo con los calzoncillos. Diana siempre lo descolocaba en el sexo, porque nunca se dejaba llevar. Pero aun así lo pasó por alto y se acercó de nuevo a ella, empotrándola contra el armario. Ella le echó los brazos al cuello y lo besó, guiándolo hasta que estuvieron tumbados en la cama.

 Sam metió la mano por sus finas braguitas de encaje rosa y comenzó a masturbarla, primero con suavidad, y luego con más energía. Ella cerró los ojos y se dejó llevar, gimiendo suavemente hasta que se corrió empapando sus muslos y sonriendo. Sam se quitó los calzoncillos y se puso un condón, ya que Diana, aunque tomaba la píldora, se lo exigía obligatoriamente.

Sam se puso sobre ella e introdujo su miembro en su interior ya húmedo. Empezó poco a poco y luego subió el ritmo.

- No, no, házmelo lentito, quiero que sea bonito – dijo Diana poniendo una sonrisita.

Sam se contuvo y masajeó sus pechos, más grandes que los de Charlotte, haciendo que su movimiento fuera lento y suave. Al final ya no pudo contenerse más, y aceleró más y más el ritmo.

- ¿Quieres cambiar? – preguntó el chico medio jadeando.

Diana apenas se movía bajo él.

- No, no, termina ya así, está bien – dijo ella entre embestidas.

Sam cerró los ojos y se concentró para acabar. Imaginó las piernas de Charlotte aquella noche, que terminaban en su coño desnudo, esperando a que él subiera y lo descubriera. Se corrió y Diana soltó un breve gemido. Después él fue al baño y se quitó el condón. Cuando volvió a la cama Diana ya dormía. Sam cogió el móvil y envió un mensaje a Charlotte.

Te espero en casa de Diana. Está dormida. Quiero follarte en la mesa de la cocina.

 


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