Sam II
Sam observó cómo Charlotte aparcaba detrás de su propio coche y caminaba despreocupada hasta el portal.
- ¿A sí que todavía con ganas? preguntó ella quitándose la chaqueta y entrando tras él. Tiró la chaqueta y el bolso al suelo, junto a la puerta. Después se sacó el vestido por la cabeza y lo dejó también en el suelo, quedándose solo con las medias y los tacones. Tampoco llevaba sujetador. Sam pudo sentir la presión que notaba en sus partes, y un vistazo le bastó para comprobar que ya estaba más que empalmado.
Charlotte conocía la casa tan bien como él. Desnuda como estaba se dirigió a la cocina, y Sam la siguió.
- ¿Qué pasa si Didi baja a por un vaso de leche en mitad de la noche? dijo ella juguetona sentándose en el borde de la mesa de mármol. Mmm está fría.
- No bajará si no hacemos mucho ruido replicó Sam acariciando sus piernas, separándolas poco a poco. Charlotte se echó un poco más hacia atrás y abrió las piernas del todo.
- Bueno, ¿qué habías dicho que querías hacerme en la mesa de la cocina de tu novia? lo dijo con la voz de cachonda que sabía que a Sam le ponía muchísimo.
Sam se alejó de ella mientras la chica lo contemplaba curiosa, manteniendo sus piernas abiertas y mostrándole su tesoro, esperando que fuera a por él.
Sam encontró el frutero y lo que estaba buscando. Se giró hacia la chica con un plátano en la mano. Ella sonrió y se mordió el labio.
- Probémoslo, pero ten cuidado que no me guste más que tú, o se te acabó el juego.
Primero introdujo sus dedos, dos, tres y hasta cuatro, lentamente, los sacaba y los volvía a meter mientras Charlie gozaba y se mordía la lengua para no gritar muy alto. Entonces Sam lamió el plátano para humedecerlo e introdujo la punta en su coño, poco a poco, un poco más
-Ahhhhh Charlotte no pudo evitar gemir mientras sacaba y metía el plátano de su interior, y Sam se bajó los calzoncillos y comenzó a masturbarse al mismo tiempo. Después sustituyó el plátano por su polla, y deslizó la fruta toda húmeda por el vientre de Charlie mientras la embestía y ambos sentían como crujía la mesa.
Charlotte agarró el plátano y lo introdujo en su boca, lamiendo con avidez la fruta. Después le quitó la piel y mordió un trozo, pasándose el resto por el cuello y por el vientre, y después, mientras él seguía dentro de ella moviéndose, se incorporó y le dio la otra mitad a Sam, que se lo comió al mismo tiempo que la cogía en peso y la estampaba contra la nevera. Charlotte le tiró de los pelos y jadeó, y Sam la empujó una y otra vez, con furia contra la nevera hasta que derramó su semilla en su interior y ambos gritaron de placer sin importar quien estuviera durmiendo escaleras arriba.
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