Falda y clavos, mala combinación... o no

Hay días que ya intuyes de antemano que van a ser caóticos, y el viernes pasado fue uno de esos días. Lo que no pensé es que ese caos terminara en un día de los que acabas diciendo, ha sido un buen día.

Ese día tenía varias reuniones de trabajo en el centro, por lo que me arreglé más de lo normal. Había elegido la ropa que me iba a poner: una falda con un poco de vuelo pero ajustada por la parte de arriba y una blusa holgada pero con bastante escote. Elegí un sujetador blanco, para que no se notara a través de la blusa, y aunque me gusta llevar culotte, esta vez decidí ponerme un tanguita de color negro, ya que no se marcan las costuras a través de la falda. Y por supuesto unos zapatos negros con unos 5 centímetros de tacón.

El día transcurrió mejor de lo que esperaba. Todo salió mejor de lo que esperaba, llegando a acuerdos con los clientes que ya daba por perdidos (creo que mi escote ayudó un poco en esa parte).

Había sido un día redondo y únicamente me quedaba coger el metro para volver a casa. Como justo se acaba de ir el que tenía que coger decidí sentarme en uno de los bancos de madera que hay en el andén. No estaba muy limpio ni cuidado, pero después de todo el día moviéndome con tacones no me importaba.

Hasta que no me levanté no me di cuenta de que tenía varias puntas que sobresalían de la madera. Pero ya era tarde, la falda se había enganchado en una de ellas y al levantarme rápido se había rasgado, rompiendo incluso el botón, con lo que la falda se me cayó al suelo. Yo roja como un tomate intenté taparme, lo cual fue imposible. La falda había quedado inexplicablemente destrozada. Lo único "bueno" es que ese día llevaba un abrigo que tenía un poco mas largo, con lo cual tapaba unos 20 centímetros por debajo de la cintura. No era mucho pero si tenía cuidado apenas se me vería el tanga.

Entré en el vagón del tren, el cual traía bastante gente, y aunque me dolían los pies por los tacones tuve que quedarme de pie, pues era la forma de que no se me viera nada. Mientras puede observar como varios hombres me miraban de arriba abajo, centrándose sobre todo en los muslos. Yo toda nerviosa confiaba que no se me viera nada.

Pasadas dos paradas se bajó casi todo el mundo, por lo que pude fijarme en un chico sentado casi enfrente de mí. Tendría unos 30, alto, bastante guapo. Aunque intentaba disimularlo, no hacía más que mirarme. En una de esas veces nuestras miradas se cruzaron y me recorrió un escalofrío. A partir de ahí el chico no disimulaba y me miraba fijamente, a los ojos, al escote y a las piernas, mientras de vez en cuando se mordía los labios.

Esa situación lejos de incomodarme me excitó. No quedaba casi nadie en el vagón, y no nos conocíamos por lo que, qué importaba lo que pensara de mi? Decidí sentarme enfrente de él. Antes de acabar de sentarme él ya tenía la mirada fija en mi entrepierna, y los ojos como platos. Doy por seguro que no se esperaba que no llevara más que un diminuto tanga. Al segundo siguiente su pantalón parecía una tienda de campaña, que por el bulto daba muy buenas referencias de sus "dotes" personales. Yo abrí un poco las piernas y él respondió tocándose por encima del pantalón.

En ese momento no sabía qué hacer. Quería echarme encima de él, desnudarle, follarle... Me levanté para ir a sentarme encima suyo, pero justo en ese momento llegamos a una parada y entraron 4 adolescentes, por lo que me tuve que cortar y quedarme de pie a mi lado.

En ese momento, aunque sin saber como, me entró el miedo y coincidiendo que la siguiente parada era la mía me bajé corriendo hacia mi casa, sin importarme si en el camino se me veía algo. Cuando llegué a casa y hube recuperado el aliento me desnudé y me masturbé varias veces pensando en ese viajero al que no dije nada.

Desde ese día todas las noches sueño con él, con que me folla en ese vagón de metro, y cojo la misma línea pensando en si le volveré a ver.