DIARIO DE UN GRUMETE PARTE I

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Septiembre de 1977. Día de despedidas, el barco está

amarrado a las boyas en medio del puerto, el patrón ha dado hora de salida las 9, 00 H. de la mañana, nos esperan muchos días de ruta desde Bermeo, hasta llegar a las aguas de las Islas Canarias.

Tengo dieciséis años y es mi primera marea que hago hacia otros mares, soy el txo* del barco.

Llevo embarcado esperando a la tripulación una hora antes de la hora dada por el patrón.

Tengo que tener el café preparado para cuando lleguen los marineros, los pañoles* de proa y popa abiertos para que se ventilen y se cambie la tripulación. Me llaman desde el muelle, es el patrón y el maquinista; llegan media hora antes que la tripulación. Para preparar el patrón sus radares y sonares y demás equipos electrónicos de pesca y el maquinista arrancar el  motor y realizar los ajustes y las comprobaciones mecánicas de última hora.

Tengo que ir con el batel * a recogerlos y así sucesivamente a toda la tripulación.

Los muelles están repletos de gente, es un espectáculo ver el ir y venir de bateles con los txos transportando a las tripulaciones. También ha bajado al muelle a despedirme mi madre, están también las esposas de los marineros, los hijos y demás familiares de éstos.

Mi madre no deja de mirarme, pobrecita está llorando. A su lado pasa el cocinero, Tobalina, es un hombre enorme como Obélix, con un gran corazón, mi madre lo agarra del brazo y le dice cuídamelo, cuida a mi niño, pobre amatxu, Tobalina asiente con la cabeza.

Soltamos amarras embarcamos el batel, el patrón mete sable  y rumbo. El cocinero me llama como siempre y me ordena.

-. Tráeme un balde de patatas para la porrusalda.

Dicen los viejos marinos, que después de estar muchos días en tierra lo mejor que hay para asentar el estómago y aclimatarnos a la navegación es la porrusalda de bacalao.

Todos deseamos tener una buena campaña de atún. El invierno es largo, de esto va a depender que el invierno sea más agradable para todas las familias.

Nadie apenas habla, son todos caras largas y melancólicas, en el argot marinero decimos que tenemos el carramarro en el estómago, ojalá tengamos buen tiempo en toda la ruta.

Los marineros aprovechan el tiempo para descansar, yo aún tengo el estómago revuelto de la noche de ayer, no sé si me va a entrar la porrusalda. Se acercan delfines parece que nos estuvieran esperando, voy a ver si termino de limpiar las patatas y me voy a proa a ver los delfines y a tomar el aire fresco de mar.

Aquí, en proa, los recuerdos de las horas en tierra me traen tristezas y melancolías, no puedo quitarme de la cabeza la chica que he conocido en las fiestas del pueblo, que preciosa es, me temo que cuando vuelva a Bermeo ya estará con otro chico.

Los txos de los otros barcos que vamos en la misma expedición estarán después de la noche festiva de ayer igual que yo con el estómago revuelto y con resaca, bueno a mí ya se me pasará.

Me voy a fumar un cigarro a escondidas, los marineros no me dejan fumar solo tengo dieciséis años.

Noche de poco dormir, mi cuerpo extraña mi cama, no se adapta tan pronto al catre.

Segundo día de navegación, el cielo está en unos tonos grises. Me despiertan y me levanto, el cocinero ya está en la cocina tiene puestas las alubias rojas al fuego, me pide que le suba el desayuno con el café al patrón.

.- Egun on Pedro.

.- Egun on txo ¿Qué tal tu primer día de ruta, has dormido bien?

.- Bai ondo, agur Pedro.

El patrón es un hombre muy abierto y campechano pero siempre impone un poco de respeto.

El cocinero ha preparado el amaiketako para la tripulación: hay salchichas rebozadas, con un par de tragos de vino peleón.


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