¡Dios! Este maldito bucle terminará por devorarme. Ya no me sirven mis juramentos sobrios, los días en rojo del calendario, ni la palabra RETO escrita por todas partes, acompañada, claro, de miles de signos de exclamación. Nada sirve conmigo misma. Qué asco doy madre mía. Pero si es que cualquier pretexto, por absurdo que sea, me sirve para caer. Mentirme a mí misma. ¡Menuda gilipollez! si yo lo sé, soy consciente de todo y eso es lo peor.
En algún momento del día mi yo se va y aparece mi detestable alter ego. Sucumbo ante él, siempre. No sé qué coño me pasa cuando aparece. En este estado me odio con todas mis fuerzas, y es que soy repulsiva, sé que soy capaz de engañar y mentir, a amigos y a familiares. Establezco mi objetivo y no paro, hasta conseguirlo. Por eso me quitaron a mis hijos, claro, los dejé ¡bah! no importa, ya los recuperaré.
Pero lo más patético es que, cuando consigo lo que quiero, dedico todo mi esfuerzo en la perfecta ejecución de una vida ejemplar.
Sé y ahora más que nunca que la vida es apariencia, cuando tu escaparate se cae todo se tambalea. Da igual lo podrido que esté tu interior, como seres sociales, nos alimentamos de la aceptación y del rol que ocupamos ante los demás.
¡Claro! Y eso es lo que me ha pasado, hasta ahora me ha ido todo bien, mis engaños han colado manteniendo mi status inalterable. Pero ahora todos lo saben, aquí una noticia como la retirada de la custodia de los hijos corre como la pólvora y más si el motivo son las adicciones. La gente es asquerosa, carroñera, les gusta alimentarse de las miserias ajenas, pero a mí no me verán sufrir, no, por mis .
Hasta mis amigos, se creen ahora con más derecho sobre mí, les veo escrutar mi cara, sin ningún disimulo. Pero qué esperan, me he colocado sí y qué. Pero lo peor son las miradas condescendientes, incluso hay gente que osa abrazarme susurrándome al oído, pobrecita ¡Arg!
Si a todo esto sumamos las preguntas como ¿qué tal estás?, me quedo anonadada. Pero cómo voy a estar, alma de dios, me acaban de quitar a mis hijos, soy la peor de la calañas, pues, me siento como un sucio trapo.
Pero no se van a reír de mí esos malnacidos. Seré lo que sea, pero de tonta no tengo ni un pelo. Acaso piensas que accederé a sus invitaciones de hablar, ya sabes, si necesitas desahogarte, ¡y una leche!, son todas unas cotillas.
Ni a mi madre le permito que hable de mí persona, mucho menos lo haré en la calle. Lo peor de mí se queda aquí y como siempre he hecho, a la calle saldrá mi yo más seguro y feliz.
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