"Me llamaba luna"... cuarto capítulo

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Quise levantarme para ir hacia ellos, pero una cadena en el cuello me lo impedía. """¡Qué clase de broma era esta!""". La cadena estaba algo suelta de la pared, así que pude liberarla y poder moverme mejor, mientras un gran peso, se vencía en mis  clavículas. Me dirigía a esas miradas, cuando algo de nuevo, tiró de mi cuello. Un hombre corpulento, sostenía la cadena de su extremo esta vez. Tenía la cara desfigurada, como si alguien, le hubiera quitado la mitad de sus músculos faciales  de un solo mordisco, casi sin ropa y descalzo, con una mirada demasiado perturbadora para mi gusto en ese momento. Quise pedir ayuda, pero de nuevo, eso de mi garganta lo impedía: ¡¡¡maldita sea!!! Mis ojos solo podían llorar y pedir piedad, cuando las sombras que acechaban en la oscuridad, empezaron a cobrar su forma al acercarse a la luz del callejón. Estaban destrozados, llenos de heridas y laceraciones: visualmente escalofriantes. Cuando llegaron hasta mí, volví a ver esa mirada, que años atrás, podía combatir con tan solo un rechazo o una mala cara. Volví a ver esa mirada lasciva que sentí olvidada hace mucho tiempo. No podía gritar, ni huir, ni ser salvada. Solo desee morir en ese momento y ellos, aun así, desearían mi piel desnuda. Yo me sentía horrible, sucia y poco deseable, pero para ellos, yo era puro deseo. Empuje a uno de ellos y tiré de la cadena para soltarme, pero no hizo ni el menor efecto. El enorme hombre que tiraba de ella, solo tuvo que hacer un débil movimiento para arrojarme al asfalto. En ese momento dos hombres y una mujer atraparon mis piernas, sin sentir ningún dolor por mis patadas en sus rostros. Agarraron mis brazos y mis piernas y me sucumbieron ante el poder de la fuerza. Ya no podía huir, solo podía cerrar los ojos y esperar que acabara rápido aquel suplicio. En un momento todos se quedaron quietos y el hombre que sostenía la cadena se acercó y como si él fuera el rey de la manada, miraba a todos, bufando como león por su último pedazo de carne. Agarro mis brazos, erosionando mis codos contra la fría piedra y simultáneamente, abriendo mis muslos con sus rodillas. Cuando ya me tenía controlada completamente, la otra mujer que estaba a su lado, rompió el pantalón del hombre que me sometía, enseñando su sexo y rompiendo toda mi ropa con esas uñas, llenas de suciedad y poder.

La mujer, ahora, acercaba su boca a mi rostro e introducía su lengua en mi oído, haciendo un ruido estremecedor, no sé si de deseo o de agonía, pero era terrorífico. Acarició mis senos mientras, hundía sus uñas en mi piel, haciéndome sangrar con bastante fluidez. Mordía mi ombligo con más fuerza que me hundía sus uñas y cuando ya se acercaba a mi pubis, el enorme hombre, la aparto de un codazo en el rostro. Ahora, le tocaba al líder aprovecharse de la horrible situación: Mordía mi cuello con fuerza mientras su sexo se introdujo salvajemente en mí. Podía notar como la sangre bajaba rápidamente hasta mis muslos por las fuertes embestidas. Creí que me iba a desmayar, cuando el hombre corpulento, paro un instante y me miró a los ojos con una serenidad plena, casi humana: como si me pidiera perdón y, aunque no fuera lógico en ese momento, me beso lentamente mientras el fuerte hedor de sus encías podridas y tendones, ya grisáceos, me rozaban los labios, con lo que solo pude hacer una cosa: vomitar. No sé si se ofendió o le gustó, pero, me miró fijamente y pude ver una leve sonrisa en su rostro antes de que me penetrara muchísimo más fuerte que antes, soltando mis brazos y agarrándome las nalgas con fuerza y moviéndome como un simple muñeco de trapo. Sentí el crujir de mi columna vertebral, mientras él, solo miraba a sus compañeros de festín. Me estaba desgarrando entera con sus meneos y sus penetraciones, hasta que hubo un silencio: su miembro empezó a sentirse menos vigoroso y su mirada más asustadiza y, en ese momento, miró a sus bufones de diversión y les dio paso a la cena servida, entre escombros y olor a sangre podrida y, no se lo pensaron dos veces. El hombre de la cadena, esta vez, eligió otro orificio cercano para resurgir su vigor y los otros, me lamian y desgarraban la piel con sus dedos en donde pudieran meterlos. La mujer opto por mi cara y se sentó encima de mi boca, obstaculizándome la visión de tan cruel pasaje. Fue un momento eterno y desagradable que por un momento, aunque desee negarlo, disfrute. Me penetraban por cualquier lado, sentí por un instante que el pene de uno de ellos, se introdujo en mi costado sin lógica alguna. Me estaban violando como chinche entre más de  seis hombres y una mujer. Sentía partes íntimas en mis pies, en mis rodillas y hasta en las axilas. Me tenían rendida a sus peticiones sexuales. Me llenaban de su hedor y de su corrupto semen.

 La mujer, en un momento, tapó todos mis orificios para poder respirar y golpeó mi nuca contra el suelo, con lo que me desmayé. Al despertarme, de nuevo, estaba sola. Aunque la cadena, seguía en mi cuello y ahora, atada a un poste eléctrico.

Era de día, la luz me cegaba por completo y también secó la sangre de mis heridas, como un mensaje, de que todo estaría bien. Por un momento, creí, que lo que había pasado la noche anterior, solo fue, una cruel pesadilla, que mi mente me había otorgado. Pero la cadena, me recordó que no hubo liberación, ni mucho menos, un sueño placentero. ¿Qué eran esas cosas que me atacaron ayer como perros rabiosos?: no lo sé, pero lo averiguaría pronto.


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