Romance detrás de la realidad. Cap1.

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Leo llegó a su departamento, el número 31. Antes pasó a un lado de la puerta abierta del departamento vecino, el número 32. El treinta y dos era el departamento que quedaba en medio de los otros dos, es decir, el 31 y el 33, cuyas puertas quedaban paralelas. Antes de meter la llave en la cerradura, decidió asegurarse de que, lo que había visto ahí dentro, fuera real y no parte de su imaginación, pues esta solía jugarle bromas pesadas en algunas ocasiones. Se dio la vuelta y avanzó sigilosamente hacia la entrada del departamento cuya puerta estaba abierta. La tenue luz del pasillo apenas y alumbraba parte del suelo de la entrada al departamento treinta y dos. Cuando Leo se asomó hacia el interior, se dio cuenta de que aquello que al principio pensaba que era una broma de su mente, parecía ser mas real de lo que se imaginaba.

El interior del departamento estaba iluminado solamente por la luz de la luna que entraba por la ventana y se mezclaba homogéneamente con la oscuridad del interior, dándole un aspecto aún mas macabro a lo que sucedía ahí dentro. Pegados a la pared de la derecha, había varios caballetes con pinturas que no podía distinguir bien desde donde él estaba, pero que sin duda eran bastante extrañas. Contenían colores que no precisamente llevan las pinturas alegres. En la pared izquierda había también varios caballetes, pero solo tres estaban ocupados por esas extrañas piezas de arte. Pero, lo que mas le extrañaba a Leo, era lo que sucedía en medio del departamento, a unos dos metros de la entrada. Había un solo caballete, con el lado donde va la pintura volteado hacia la ventana. Frente al cuadro, hay una persona dando pinceladas con una tranquilidad que incomodaba. Esa persona tenía un largo vestido negro que solo se distinguía gracias al contraste que hacía con el reflejo de la luna dentro del departamento. Se podía ver el pelo perfectamente lacio que le llegaba un poco mas abajo de los hombros. Pero era imposible ver el rostro y deducir si era hombre o mujer, pues llevaba puesta una máscara totalmente blanca, pero que contenía unos extraños pero, en cierto modo, realistas rasgos humanos, formando el rostro de una persona que estuviera sonriendo de una forma escalofriante, con un labio inferior mucho mas grueso que el superior, pero teniendo una boca pequeña. Las cuencas de los ojos (en la máscara) eran ovaladas y se veían totalmente negras, lo cual hacía que esa persona fuera escalofriante en varios aspectos, pues, aparte de la extraña vestimenta que llevaba puesta, se movía de una forma relajada y lenta. En cierto momento, antes de dar una pincelada, la rara persona se detuvo durante un momento y a Leo se le detuvo el corazón, pues pensó que ya lo había visto. Pero no se pudo mover, pues sintió como si su cuerpo se hubiera paralizado, tal vez de un miedo que nunca había experimentado. Pero el tiempo en que el pintor o la pintora, se detuvo, fue de menos de un segundo, como si solo hubiese dudado un poco antes de agregarle otra línea a su obra. Leo se quedó inmóvil, pensando que si se movía, aquel ser humano, o lo que fuera, lo descubriría y le haría daño. Los movimientos del artista anónimo, eran cada vez mas pausados, como si le estuviera dando un repentino ataque de artritis en todo el cuerpo. De repente, dejó de dar pinceladas y volteó su máscara blanca en dirección a Leo, lentamente, sin pizca de prisa. Leo no se lo pensó dos veces. Reaccionó en cuanto sintió aquella mirada fría y oscura sobre él. Se giró hacia la izquierda, metiendo la mano derecha en su bolsillo del pantalón del mismo lado, buscando desesperadamente las llaves. Intentó meter la llave correcta en la cerradura, pero no pudo. No por que en realidad fuera la llave incorrecta, si no por que no había cerradura. Solo una superficie plana y metálica debajo de la perilla. Pero todo eso debía de ser solo otra broma que su mente le estaba gastando. Una bastante mas pesada que cualquier otra, sin duda. Cuando sentía estar a punto de desmayarse, una voz dulce y suave que vino exactamente detrás de él, lo tranquilizó un poco.

-¿Le tienes miedo a una chica de quince años?- Preguntó aquella voz.

 

Leo volteó lentamente, temiendo lo que vería a continuación. Esa voz suave y tranquila parecía ser una broma viniendo de una persona vestida con un vestido largo y negro, además de una máscara blanca que tenía una sonrisa escalofriante, puesta en el rostro. La única y tenue luz del pasillo empezó a parpadear. Leo solo veía a aquella mujer, intentando ver sus ojos a través de los agujeros de la máscara, pero aún en una parte iluminada, solo se podía ver oscuridad dentro de los hoyos. La luz por fin se rindió y el lugar quedó sumergido en una completa oscuridad. Solo se veía la máscara blanca frente a él, como si estuviera flotando. La mente de Leo quedó tan confundida que decidió apagarse por el momento. Leo se desmayó esa noche.


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