DEL TODO INDEBIDOS
Existen casos que superan con creces la ficción. Desde personas que pretenden tal dominio de otra persona como de su situación. Que cuanto hacen ver y escuchar a esta determinada persona, es cuanto ellos pretenden que escuche y hasta vea. Viéndose para ello sobre quien esto recae, que su vida haya sido intervenida por completo, a su largo y ancho. Claro que las intervenciones no podrían ser otras que alejarlo a uno de la misma realidad de las cosas, el buen entendimiento con lo demás, una natural y buena integración en el mundo, cómo el prosperar de las cosas. Todo mediatizado y premeditado, hasta tal punto, para que nada funcionara, aislando cada vez más uno del discurrir de la vida. Atribuyendo, a su vez, a lo largo de una existencia; papeles, responsabilidades y pesares propios, de forma antojadiza, sobre quien se pretendió hacer recaer todo esto. Y en cambio querer adjudicarse lo bueno o positivo de la otra o tratar de reemplazarlo, habiendo, por otro lado, no sido aceptado desde un principio quien era la otra persona y por lo visto quien él era y le correspondía ser. Algo que parece irreal y hasta absurdo o sacado vaya usted a saber de dónde, pero por extraño que pudiera parecer todo esto, es tan cierto cómo la vida misma y de uno.
Por lo que desearía uno que las cosas ocupasen algún día su lugar preciso y al César se le devolviese cuanto es del César. Y el discurrir de la vida se rigiese más por criterios propios y que el mismo mundo establezca, que por determinaciones ajenas a uno, que no son para nada compartidas, con lo que todo volvería a su lugar natural o comience de una vez a ser así y resulte más propicio todo cuanto acontece. Y nadie se crea propietario indebido de otra persona, ni dueño de su realidad, por más que alguien le pudiera parecer. Y menos aún que así se proceda. Pareceres y formas de proceder, a mí entender, del todo indebidos.
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