Mi niña llora. Pero no como a veces hacen los niños, por rabietas o por dolor. Llora porque está triste. Lágrimas brotan de esos ojos tan hermosos como inmensos.
No quiere ser mayor. Con solo cinco añitos ya piensa en su futuro y ha decidido no ser mayor porque los mayores se mueren.
Quiere jugar y nos pregunta si de mayor podrá hacer lo mismo, tener sus juguetes y dormir con sus peluches. Le decimos que sí, pero ella lo cuestiona porque no ha visto nunca a un mayor jugar. Cree que al crecer se olvida la ilusión por jugar y ella no la quiere perder.
No hay consuelo para esa pena. Muchas veces se le olvida, pero de pronto la oyes parar en sus juegos y llorar, con una congoja que nos encoge el corazón.
Un día, mientras la baño, me dice sonriente que ya no está triste porque hay unos señores que están investigando la forma de no morirse y que así ella será una viejecita chocha con tropecientos años.
Es una niña feliz, solo que a veces tiene miedo. Me siento impotente por no saber sacar esa pena que a veces atormenta a su corazón.
A veces creo que tiene más años que los que realidad enseña. Un pequeño cuerpecito albergando un alma adulta. Con solo mirarme me enseña cosas, sensaciones antes no experimentadas.
Dedicado a todos los Peter Pan y, sobre todo, a Raquel, que espero algún día lea esto y pueda reírse de esos miedos. Te quiero
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