"el chico"

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Y allí estaba yo, sentada al fondo de la clase deseando que acabara la hora para empezar, al fin la próxima clase donde mi sitio era justo detrás de él. No podía dejar de pensar en sus ojos verdes, su piel morena y su sonrisa encantadora.

Llevaba toda mi vida yendo a la misma clase que él y aun era como el primer día: temblores escalofriantes que me sacudían el cuerpo entero al hablar con él, mejillas sonrojadas como dos tomates recién cogidos del huerto cada vez que me pillaba mirándole y falta de habla o tartamudez cuando me saludaba por la mañana. Y es que la belleza de este chico no era normal, y él lo sabía y lo tenía muy presente.

Sonó el timbre. Bendito ese sonido aunque un tanto irritante. La clase de filosofía empezaba y decidí que hoy no iba a tartamudear o sonrojarme, si no que iba a hablar con él como si no hubiera ese huracán de sensaciones dentro de mi cuerpo. Me acomodé en la silla y saqué mi libro inútilmente, pues la profesora no era muy seria y nunca hacíamos nada en su clase (eso hacía que me gustaran aun mas sus clases).

Él y su compañero estaban charlando de sus cosas cuando, en una de mis miradas vi como una sonrisa se dibujaba en su rostro. Fue entonces cuando me di cuenta de todo. Llevaba años siendo una tonta e intentando tener esperanza por algo que sabía perfectamente que no iba a ocurrir jamás. Y es que yo, comparada con él no era nadie. Él era el típico chico popular del instituto que lleva a todas las chicas, mayores y pequeñas, detrás. Era el típico guapo que lo sabe y que lo luce. Sus notas eran realmente buenas, los profesores le trataban muy bien, era buen deportista, sano y sin malos vicios. Salía cada día montado en su moto por la puerta principal del colegio haciéndose paso entre un mogollón de chicas que lo despedía mientras eran ignoradas completamente, siempre había soñado con ir aluna vez montada detrás de esa moto. Él era “el chico” de todo el colegio y, aunque no estaba nada insatisfecha con mi posición social en el colegio, no llegaría nunca a su nivel, a ser tanto como él. Eso me destrozaba por dentro.

Se giró y me miró. Me enseñó el video, que no era tan gracioso, y me empezó a contar una historia semejante que le había pasado a él. Entonces me di cuenta de que un chico como él era una pérdida de tiempo. Solo sabía hablar de sí mismo y de lo que le pasaba a él, tenía que ser el mejor en todo y superar a todo el mundo en todo. No podía seguir soñando en un chico que solo sabía mirarse al estómago.

Pero ya sabéis que dicen, uno no elige cuando ni de quién enamorarse.

J.

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