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La cara de ella, con los ojos cerrados, inspiraba nostalgia.
La de él reflejaba felicidad.
Pasados unos minutos abrieron los ojos y se sonrieron.
- ¿Quedamos mañana? - preguntó él.
- ¡Claro!.
Soñar era de las una de las pocas cosas que el gran partido aún no había prohibido.
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