Lo que hacen las musas.

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Hermosa, sublime, delicadamente bella. Se paseaba delante de mi, con toda la perfección en cada uno de sus movimientos. Sus piernas caminaban con total delicadeza por toda la habitación. Yo la observaba, la deseaba.

Su blusa contorneaba sus imponentes curvas. Peinaba su largo, lacio y oscuro pelo con la yema de sus dedos, cerraba los ojos y cantaba murmurando con la más dulce de las voces. Por momentos me miraba tímidamente y sonreía.

Jugaba con una silla, se sentaba y se paraba, inquieta. Abrazaba sus rodillas, bajaba su cabeza y me miraba, casi esquivándome. 

Paralizó ese instante, perfecto, me dejó sin aliento. 

En pocos segundos se deslizó hacia mí acariciando suave y lentamente mis piernas. Seguía sonriendo pero ahora con una mirada fija y un tanto insinuante.

Era el perfecto retrato de una ninfa.

Hermosa, sublime, delicadamente bella, era toda mía.


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