Siempre supo Laura que le gustaban las mujeres...

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Siempre supo Laura que le gustaban las mujeres tanto como los hombres. El cuerpo femenino, sus formas redondas, esa mezcla perfecta de cóncavos y convexos.

Aunque las pocas experiencias fueron como para abandonar la búsqueda, ella no se caracterizaba por hacerlo.

Así fue que la exploración en este terreno la encontró posando ambas manos en un par de hermosas tetas a las que apretaba y chupaba como una naranja para sacarle todo el jugo, aprendió a esconder el pezón entre ambos labios y apretarlo bastante, a acomodar la lengua de tal manera que pudiese con la punta empujarlo hasta hacerlo desaparecer y al soltarlo se irguiese hinchado y listo para lamerlo y chupetearlo y abandonarlo para empezar de nuevo con el otro, no sin antes rodearlo de saliva y esperar el pedido desesperado de .. por favor .. por favor… que nunca llegaría.

Ese cuerpo femenino que se le hundía en los dedos gozaba de las atenciones que con esmero le prodigaban esas manos nuevas y esa boca de estreno. Laura se quedó esperando siempre que esas caricias fueran devueltas, que una vez le tocara a ella ser la destinataria.

A los trece años se inaugura el lenguaje del deseo, se balbucean las primeras sensaciones y el placer compartido es un lujo. Laura, precoz, así lo entendió. Claro que su socia distaba bastante de comprender la necesidad temeraria de Laura por sentir, por explorar, por ir siempre un poco más allá de un manoseo pueril.

Con el paso de los años y su transformación, fue Laura guardando todo esto en su inconciente, sin embargo en sueños la abordaban imágenes que no supo bien de donde venían pero que guardó preciosamente para cuando estuviera sola y pudiera dejar correr el tiempo, la imaginación y las manos.

La primera vez que se masturbó con una mujer la imaginó su par, y la vio tirada boca abajo y desnuda, de pelo largo y oscuro y piernas fuertes y con los brazos por debajo de su cabeza, así la vio y así la abordó. Por la espalda rasguñando suave pero firme, y en el límite de la cintura donde el costado se hunde para dejar amanecer la cadera, justo ahí enterró Laura su cara y mordió. Se escupió las palmas de las manos y las frotó suavemente sobre la cintura y bajó a la redondeada forma del culo que imaginaba duro y generoso.

Fue entonces que se prometió que alguna vez se festejaría de esa manera, que pasaría esa barrera de lo imaginario para hacer realidad la experiencia.

http://los-descubrimientos-de-laura.webnode.com.ar/


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