Trilogía de la Rareza Espacial I - Mayor Tom.

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Despertó como hacía cada mañana. Flotando en el aire. En el espacio, la gravedad es un leve espejismo y la libertad cenital que proporciona estar a más de 1200 kilómetros de la Tierra era algo maravilloso.

 

El Mayor Tom llevó a cabo la misma rutina hacia cada día desde que empezara su misión en el Modulo Espacial adjunto de la ISS, hacia ya 2 meses. Se levanto, y dejándose llevar por la armonía espacial, se aseó, vistió y comió con la total normalidad que ya solía hacer.

 

Tras esto, comenzó su actividad diaria. Comprobó los controles para ver si el módulo permanecía estable. Comprobó los detectores de radiación, por si había alguna anomalía. Luego, miro las colonias de bacterias que acompañaban su errante viaje, para comprobar los efectos del espacio sobre ellas. Al terminar, llamó a control de Tierra para darles un pormenorizado informe de sus comprobaciones, y ya de paso, charlar sobre cómo iba todo por allí. Envió un mensaje a su fiel esposa y confirmo su apuesta por el partido de beisbol en el que apostó. Había perdido.

 

Desde la ventana circular, podía ver la tierra, una gran esfera azulada bañada de tonalidades blancas y marrones. Tan hermosa y en apariencia, inalcanzable. En ese mismo instante de paz, las alarmas comenzaron a sonar con estridencia.

 

El Mayor Tom se arrastro fue hasta la cabina de control y miro tanto el radar como los detectores de radiación. Vio como los niveles comenzaban a subir de manera alarmante. Y pero aun, el radar indicaba que había algo fuera. Tom no sabía qué hacer, así que llamó a Control de Tierra.

 

- Mayor Tom a Control de Tierra. He detectado una anomalía cerca de la nave.

 

- Repita Mayor Tom, ¿ha detectado qué?- Dijo una voz que comenzaba a distorsionarse.

 

A través de la ventana circular, una resplandeciente luz blanca iluminaba todo con un mortecino brillo. Todas las luces y aparatos electrónicos comenzaron a apagarse de forma repentina. Tom estaba muy nervioso. Solo hizo lo que pudo hacer.

 

Se puso su traje y el casco, y se acercó a la compuerta de la nave.

 

- ¡¡¡Mayor Tom!!!- Gritó control de Tierra.- ¡¡¡Perdemos comunicación!!! ¡¡¡Algo va mal!!!

 

- Voy a salir, Control.- Repitió Tom, asustado pero seguro.- Díganle a mi mujer, que la quiero.

 

La compuerta se abrió. Las estrellas se veían diferentes aquel día. El Planeta Tierra era azul. Y no había nada más que podía  hacer. Ahora, la luz era su guía.   


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