Historia de un tren de media noche
Por Olaf Arroyo
Enviado el 18/02/2014, clasificado en Varios / otros
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Subí al tren de las once de la noche, esperando terminar un día lleno de papeleo y actividades rutinarias, deseando sólo un trago frente al televisor y algo un poco más decente que una cena fría.
Y en eso estaba, imaginando la cerveza en mi mano y el programa nocturno que vería a medias, mientras intentaba olvidar que al día siguiente debía enviar los documentos a la oficina central y mandar el reporte que mi jefe me pedía por cuarta vez .
La vi por primera vez y no pude fingir que miraba hacia otro lado.
Después de un momento para llenar de nuevo mis pulmones, la distancia empezó a encogerse a cada paso, mientras recorría el vagón hasta el rincón del lado izquierdo, donde se encontraba de pie, sosteniendo una revista y con un rostro lleno de ansiedad , que como descubrí después, era debido al deseo obsesivo de fumar un cigarrillo para menguar el frío que había llegado con esa luna.
No hubo palabras, sólo un silencio servido con un par de miradas intensas.
Acaricié su rostro, que pude ver a cuadros cambiantes por el vaivén de las luces, que iban y venían cual fantasmas de agosto.
Y bien, mentí en eso de la primera mirada si bien es cierto, era la primera mirada en mucho tiempo, demasiado incluso para un sueño abandonado, pues la partida de otros tiempos y los sueños de cambio se habían reído de la idea de una posible idea de estar juntos.
La vida tiene giros extraños, y el tiempo divide y reúne.
No sabíamos cuantos minutos pasarían antes de que volviésemos a separarnos, así que así, sin decir palabras, en esa orilla del vagón del tren en el bordes de una ciudad adormecida, sabíamos ya que todo quedaba a un lado excepto nosotros por lo menos por una noche más.
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