Diario de una mujer absurda.
Por Kristin Reugesem
Enviado el 16/07/2011, clasificado en Drama
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Escritos: 6:15.PM
La puesta del atardecer nos deleitaba con sus jugos afrodisíacos, una mezcla de llamativos colores pasteles y cálidos. La servidumbre supervisaba los imperfectos del edificio principal, mientras otra parte de ésta, nos servía sus jocosos menús del día.
-¡Mis oídos están absortos a cuán valiosa armonía!-Exclamé aspirando el aroma que emanaba el atardecer de un día de verano.
-Comparto su opinión, querida, lo que no puedo compartir es esa fatalidad de piedra que lleva siempre consigo- dijo iracundo mi marido.
-No admito su objeción hacia mis gustos personales.
-Cálmense, señores, pronto llegará la comida y lo menos correcto sería ingerirla con un humor de perros, ¿están conmigo?- proclamó el joven Dukan Cox, heredero a una superlativa fortuna.
-Tiene razón el muchacho, querido, cálmese, vamos a percatarnos de las manifestaciones de este ambiente tan incólume.
-Como quieran, ustedes- gruñó Reed-voy a por una copa de vino dulce.
Escritos por Cox: 6:40
La señora Reed, esperando a su cónyuge, se fue consumiendo en su propio sueño, dando de sí el más súbito silencio prolongado. El joven Cox, yo mismo, plasmó su atención a una entretenida obra de Shakespeare y la servidumbre aún no adquirió color en este cuadro tan engorroso durante unas horas.
PD: Señora Dora Reed, mientras usted acentuó su sueño irremediable, yo conquisté su cuaderno de notas y le relaté la continuación de lo vivido mientras usted, lo derrochaba durmiendo. Muy buenas tardes, yo me debo marchar de esta acomodada tarde. ¡Hasta más ver!
Escritos: 7:30.PM
Cuando me desperté de esa interminable siesta, quise erigir lo ya construido, mi relato. Una suave brisa del mar alcanzó mis orificios nasales, produciéndome un nato placer. El atardecer ya concluía por este día, pero ni mi querido marido ni los camareros eran propensos al encuentro. Esto no puede alcanzar la comprensión humana. Lo único que me queda es esperar.
PD: No podría describir la cólera que padecí ante tal gente de insolencia por parte del joven Cox.
-¡Dónde estará este hombre!- exclamé para mis adentros.
Escritos: 8:01.PM
Mantengo la postura de esperar. Estoy siendo una mujer luchadora y espero que el tiempo no me culmine con su mirada.
-¿Señora Reed?- se presentó una camarera con una ropa un tanto descuidada- ¿me permite sentarme?
Asentí.
-Siento mucho tener que decirle esto, señora Reed, ha percibido las imperiosas horas en las que su marido no se ha osado a venir a su encuentro, ¿verdad?
-¿Podría ser falta de equidad?- pregunté algo aturdida.
-No, ni mucho menos. Señora Reed, su marido no está muerto.
-Muchas gracias, márchese- le interrumpí.
Escritos: 8:29.PM
No le permití que me explicase lo sucedido, pues, ya lo sabía.
Nadie podía, ni debía, hurtar en mi vida personar, y menos una mujer de clase baja.
¡Cómo osa a acercar sus hosca pretensión ante mi?
Solamente tengo clara una afirmación, quería quitarme el marido.
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