Hay noches tormentosas en las que trato con desepero despertar de esta realidad mundana trayendo a mi memoria el sabor de tu besar, pero es mi eterno yugo el ser incapaz de hacerlo, esclavo de tu aroma y sonido, de las pesadillas que me asolan cuando pienso en tus ojos sin verme reflejado en ellos. Mas me digo que fue sueño y no dulce castigo el tenerte o probarte.
El mundo que se me descubre como un regalo expandiendo mi pensamiento a otros páramos y al futuro incierto, acongojado conociendo a riesgo y sufrimiento como consecuencia de este, agracian la vida de uno cuando no concilia acuerdo con morfeo, dando sentido a mis preguntas sin respuestas con ímpetu fervoroso e inexistente, exceptuando excepcionales casos en los que maravillas me acrecentan en conocimiento y espíritu. Maravillas como tu persona, que inexplicable e indescifrable llega y parte cual último suspiro para no volver, dejando deseos cual llamas a la intemperie ardiendo, por vivir y consumida, la cual más que morir espera cautelosa una brisa que avive pasiones y comience un nuevo relato para hacer girar sin fin la rueda de los sentidos y pasiones en la cual encontrabamos lugar deseado sólo para percibir que eternamente, siempre desearemos más.
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