A LA CUBANA 3 de 3

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...Empuñe sus muñecas con mi mano derecha y las puse encima de su cabeza. Agarré la nalga correspondiente a mi izquierda y empecé a darle duro tapándole la boca con mi boca para ahogar sus gritos. Proseguí perforándola como un martillo neumático aumentando el ritmo. Más que nada, para acabar lo empezado. Al recordar a mi chica me corté un poquito. De repente sentí dos pequeñas manos "paseando" por mi espalda. "Dudaron" por un corto instante donde era arriba y donde abajo y finalmente terminaron acariciando la parte mas baja de esta. Automáticamente bajé el ritmo. Me sentí vulnerable e indefenso. De alguna manera percibí las "macabras" intenciones de estas dos palmaditas correteando por mi trasero. La sensibilidad de un culo masculino, heterosexual, es admirable. Podría sellar la entrada apretando mis poderosas nalgas, pero no lo hice. Tampoco cuando uno de sus dedos acabo acariciando mi ano. Luego desapareció por un momento, para volver húmedo, muy húmedo. Al dar me cuenta que iba a entregar mi virginidad, cerré los ojos, aunque nadie me podía ver. Su dedo índice, creo, se deslizó dentro de mi sin contemplaciones. La chica mordisqueaba mis carnes, alavés que empujaba violentamente mi culo, con el dedo clavado en el, contra las entrepiernas de su amiga. Puede parecer extraño, pero me gustó, me gustó mucho. Al notar los dulces e incontenibles espasmos arrolladores en los fondos de mi cuerpo, saque rápido mi pene de su rica y ardiente vulva y acabé como un león encima de ella…creo.

Trasteando en la oscuridad, encontré mis pantaloncillos y la camiseta y tropezando y atropellando desaparecí por la puerta sin despedirme. Menos mal que no me había quitado las sandalias.

…

En la cálida noche del Sábado, el bar de Paco atiborraba de gente. Raulito, Rico y yo, estábamos tomando unas cervezas debajo de la enorme higuera que crecía desde tiempos inmemorables delante de aquel lugar. Las chicas, junto con mi prometida ojeaban una revista de vestidos de novias, en una de las mesas al otro lado, cuando de repente aparecieron dos muchachas jóvenes y se plantaron delante de mí. Las dos eran morenas, guapas, parecían hermanas.

- Se ve que no nos reconoces. – dijo una de ellas, con una inesperada decepción en la voz, viendo mi cara de asombro y confusión. – Pero hay algo, que tal vez reconocerás. - prosiguió esta, y dándole un codacito a su amiga sonrió. - Si, - continuó la otra relamiéndose el dedo índice. – Hay algo que recordarás para siempre. - dijo conteniendo la risa con dificultad y me señalo con su dedo húmedo. Se dieron la vuelta y se esfumaron en la oscuridad, igual que habían aparecido un minuto antes.

- ¿Las conoces? - escuche la preocupada voz de mi chica. – Nunca antes les había visto. – contesté. – Pues serás el único de este barrio con el que no han estado todavía. – se calentó. – Putas zorras. A estas ni verlas. ¿E? ¡Ni verlas!

- Ni verlas, cariño, está claro. ¡Ni verlas!

Queridos lectores, me gustaría leer vuestras opiniones. Gracias.

Rúen Pautália

07.03.2014


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