La herida
Gabriel era un hombre que hacía tiempo que ya había cruzado la barrera de los cincuenta, aunque por su aspecto, nadie le calculaba nunca más de cuarenta, cuestiones genéticas, parecía que había hecho un pacto con el diablo. No había tenido mucha suerte en el amor, y se había creado un escudo impenetrable, que ninguna mujer podía atravesar, le habían herido demasiadas veces. Siempre se había entregado totalmente en todas sus relaciones, pero el destino había jugado siempre en su contra, y esta situación le había ido formando una herida en su corazón, que a duras penas podía proteger su escudo.
Un día llego a la oficina en la que trabajaba, una mujer morena, alta y de unos cuarenta años. Lo que más le impresiono, al principio, fue su increíble pelo negro, era negro como el tizón. Sus gafas le daban un aspecto intelectual. No le gustaba maquillarse, sus increíbles ojos verdes, no lo necesitaban, cuando te miraban, le transportaban a paraísos de cristalinas aguas. Sus labios eran finos, pero bien marcados, indicaban determinación, su forma de caminar era algo increíble, parecía flotar sobre el suelo.
En seguida conectaron, además por su trabajo, su colaboración diaria era imprescindible. Gabriel intentó que su relación fuera solamente laboral, pero fue Gema quién poco a poco, con sus miradas, sus abrazos, fue haciendo pequeñas fisuras, en el escudo de Gabriel. Gema era una mujer cariñosa, le gusta abrazar a todo el mundo, se emocionaba con facilidad. Se sentía arropada por Gabriel, distante pero siempre atento a cualquier necesidad que tuviera, sin pedir nada a cambio.
Gema vivía sola, y pasado un tiempo comenzó a invitar a Gabriel a su casa, a gastarle bromas diciéndole que se iba a casar con ella, quisiera o no, a invitarle a cenar, al cine. Él se resistía ya que sabía que su herida comenzaba a sangrar de nuevo. Se conformaba con verla entrar cada mañana en la oficina, con su forma de caminar, dando grandes zancadas, debido a sus largas y torneadas piernas y su bolso en bandolera. Las noches se le hacían interminables, deseaba que la luna se ocultará para dar paso a la mañana, para poder cruzar sus miradas. No podía más, tenía que decirle a Gema que la amaba, que había roto su escudo, y que aunque su herida sangraba, no le importaba.
Al final un día Gabriel accedió y fue a almorzar con Gema. Estaba decidido a decirle que la quería y la deseaba. Fue una comida sencilla y rápida, él estaba nervioso, ella sabía que algo le sucedía. Gabriel notaba que el corazón le iba a explotar. Al levantarse de la mesa, un impulso irrefrenable le impulso a cogerla por la cintura y aproximarla a su cuerpo, ella no se resistió. Después comenzó a acariciarle las mejillas, suavemente y decirle que la amaba, que la deseaba, luego beso suavemente sus labios. Entonces un escalofrió recorrió todo su cuerpo, sólo percibió un frio que le helo hasta el corazón, toda la ternura y pasión que el ponía, era correspondida únicamente con un frio glacial. Rápidamente la aparto, no decía nada, sus hermosos ojos verdes estaban abiertos muy abiertos, pero sin la más mínima expresión de humanidad, ni de amor. Se dirigieron hacia la salida del local, y sin mediar palabra se separaron.
Al llegar a casa Gabriel notó como su herida sangraba y sangraba. A su memoria volvieron las sensaciones y los recuerdos, de otros besos y abrazos a otras mujeres, su calidez, su pasión, que diferencia con las sensaciones que había sentido al besar a Gema. Algo fuerte había surgido hacia ella., tal vez solamente una fantasía, una ilusión suya.
Esa noche no pudo dormir y a la mañana siguiente llamo al trabajo para decir que se cogía unos días de vacaciones. Había perdido su escudo, indefenso, pero sabía que la quería, de una manera intensa y sincera. Decidió llamarla, y ese fue su gran error. Gema con voz fría, le dijo que con anterioridad, había tenido una relación que le había destrozado como mujer, que ya no sentía, por eso abrazaba a la gente, buscando algo que ya no poseía. Gabriel le dijo que la ayudaría a superar esa experiencia, que repararía su corazón con su amor, y que no le importaba esperar, ella le contestó que no le daba absolutamente ninguna esperanza. Para ella Gabriel sólo era, una herramienta que le facilitaba el trabajo en la oficina, pero nada más, absolutamente nada más. Gema siguiendo hablando, y le dijo que a pesar de todo le tenía cariño. Gabriel con cada palabra que escuchaba sentía que su herida crecía y crecía, pensaba que clase de cariño sentía esa mujer hacia él, que le estaba matando. No pudo acabar la conversación y colgó el teléfono, se sentía mal, defraudado y manipulado.
En las sucesivas semanas Gabriel se convirtió en un alma en pena, deambulaba por la oficina sin ver a nadie, Gema intentó acercarse a él en un par de ocasiones, pero se la quedaba mirando fijamente, sin articular palabra. Su mirada era de decepción, el marrón de sus ojos se veía empañado por unas lágrimas que se esforzaba por contener. Gabriel acabo desapareciendo de la oficina, de la misma manera misteriosa, como había llegado. Siempre le envolvió un halo misterioso. No sabemos dónde fue, no se despidió de nadie, y nunca más lo he vuelto a ver. Solamente me dejo unas líneas explicándome su historia, ya que supongo que yo era lo más parecido aún amigo que había tenido.
Gema, que continuo en la oficina, al saber la noticia rompió a llorar desconsoladamente, a decirnos que lo sentía mucho, que le tenía mucho cariño, pero yo personalmente no la creí, sus palabras me sonaban vacías, sin el menor sentimiento, exteriorizaba unos sentimientos, pero sus acciones indicaban otros muy diferentes. Cada vez que me cruzó con ella y me mira, no puedo evitar, sentir que un escalofrió recorra todo mi cuerpo. Tal vez piense, que puedo ser su siguiente víctima.
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